Los Caprichos de Goya: influencias literarias

Los Caprichos de Goya: una aproximación literaria aborda esta conocida edición de grabados realizada por el célebre pintor aragonés Francisco de Goya entre los años 1976 y 1979 desde una perspectiva literaria. De este modo, el artículo analiza las posibles fuentes literarias que pudieron inspirar a Goya en la composición de su famosa serie gráfica, cuyo título, los Caprichos, deriva del nombre con el que el Diario de Madrid se refirió a ellos para anunciar su salida al mercado: Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al aguafuerte por Don Francisco de Goya.

 

Esta serie de estampas, conseguidas mediante las técnicas del aguafuerte, la aguatinta, la punta seca y el buril, no sólo muestran el atormentado mundo interior de Goya y su profunda insatisfacción con el ambiente que le rodeó, sino que, al mismo tiempo, son una ventana abierta al contexto sociocultural español de finales del XVIII, donde los anticuados usos y costumbres del Antiguo Régimen colisionaron con la irrupción del pensamiento ilustrado, el cual trajo consigo toda una filosofía de corte humanista fundada sobre los ideales de razón y libertad que vino a revolucionar la vida intelectual de la España dieciochesca.

 

Es, precisamente, esa realidad dual, en la que dos ideologías opuestas chocaron, la que Goya plasmó en los Caprichos, creando así, con esta edición de estampas, un magnífico documento gráfico que ha conseguido trascender en el tiempo como un muestrario crítico sin parangón de esa España del siglo XVIII, menos desarrollada que sus vecinos europeos, profundamente religiosa y con instituciones propias de la época medieval.  

 

Por todo ello, a través del análisis de los distintos textos e ilustraciones que, en su conjunto, dan vida a la serie de los Caprichos, el artículo Los Caprichos de Goya: una aproximación literaria pretende arrojar luz sobre el sombrío escenario de la España dieciochesca mediante el estudio de esta gran obra artística a partir de cuatro grandes ejes temáticos en los que se pueden englobar los 80 grabados que conforman los Caprichos: la Ilustración, la Iglesia, la educación y la prostitución.

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1/La Ilustración en España

“Idioma universal, dibujado y grabado por Francisco de Goya. El autor soñando. Su intento es sólo desterrar vulgaridades perjudiciales y perpetuar en esta obra de Caprichos el testimonio sólido de la verdad.” Con esta sentencia pretendía Goya dar comienzo a su serie de grabados los Caprichos, la cual aparece claramente abocetada en la parte inferior de un dibujo preparatorio de su Capricho 43, más conocido como El sueño de la razón produce monstruos, y que resume a la perfección la intención oculta detrás de las inquietantes imágenes que componen la obra: una sólida e inclemente denuncia dirigida a la sociedad española de finales del XVIII.

 

Ese deseo crítico y reformista del pintor hay que ponerlo en estrecha relación con el hecho de que el movimiento filosófico de la Ilustración, que tanto calado había tenido en el resto de Europa, apenas llegó a España, donde es difícil encontrar muestras de él hasta bien entrada la segunda mitad del siglo XVIII. De entre las personalidades más destacadas de la Ilustración española cabe mencionar al ensayista Fray Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) y su gran obra Teatro crítico universal (1726-1739). El padre Feijoo fue todo un pionero en la asunción de las nuevas ideas ilustradas provenientes del extranjero, las cuales no dudó en plasmar dentro de los numerosos tomos que componen la obra. A él le sucedieron otros escritores que recogieron su saber y continuaron su legado como, por ejemplo, el célebre José Cadalso (1741-1782), quien en sus Cartas Marruecas (1789) consigue contagiar al lector de la visión de una España anticuada y anclada en la tradición. Cadalso es el claro ejemplo de ese pesimismo generalizado que reinaba entre los intelectuales e ilustrados españoles de la época. Si bien esta novela epistolar es menos directa a la hora de ejercer una denuncia contra la sociedad española, de ella también se desprende esa visión pesimista y nostálgica de un país donde el peso de la tradición es capaz de acabar con el progreso.

 

Los Caprichos son, por tanto, un reflejo de su tiempo cuyo contenido se ubica dentro de la misma línea de pensamiento que siguieron Fray Benito Jerónimo Feijoo y José Cadalso. No se debe olvidar, además, la fuerte vinculación de Goya con el círculo de intelectuales españoles, especialmente con Gaspar Melchor de Jovellanos, quien llegó a dedicarle un largo poema, al que tituló A Don Francisco Goya, insigne pintorEn definitiva, ese afán por renovar y reformar la anquilosada sociedad española queda perfectamente plasmado en cada una de las estampas que conforman los Caprichos, en los que Goya trasladó al lenguaje de la imagen y de las Bellas Artes el manifiesto político de los ilustrados españoles.

Los Caprichos de Goya. El sueño de la razón produce monstruos. Dibujo preparatorio.
Dibujo preparatorio de El sueño de la razón (detalle). Francisco de Goya.
Retrato de Gaspar Melchor de Jovellanos.
Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco de Goya, 1798.
Retrato de Benito Jerónimo Feijoo.
Retrato de Benito Jerónimo Feijoo, Juan Bernabé Palomino, 1733.
Retrato de José Cadalso.
Retrato de José Cadalso, Pablo de Castas Romero, 1855.

2/Creación y difusión de los Caprichos de Goya

Los primeros bocetos y dibujos sobre los que, más tarde, Goya construiría la serie definitiva de los Caprichos tienen su origen en el año 1793, fecha en la que el artista se trasladó de Madrid a Andalucía por problemas de salud, de los cuales se derivaría la característica sordera que tanto condicionaría la vida del pintor. No obstante, fue precisamente dicha enfermedad, que tanto tiempo le obligó a permanecer en cama, la que le permitió gestar con calma y tranquilidad el contenido de los grabados. Así, el germen de los Caprichos se encuentra  en dos cuadernos de bocetos, denominados Álbum A o Álbum de Sanlúcar y Álbum B o Álbum de Sanlúcar-Madrid. La datación del Álbum A se corresponde con ese primer período en el que Goya se retira a Cádiz junto a la Duquesa de Alba, quien será la protagonista de varios Caprichos, mientras que el segundo álbum lo finalizó estando instalado de nuevo en Madrid. 

 

Con los Caprichos, Goya inició una nueva línea artística dentro de su producción, mucho más personal y alejada de sus habituales encargos para la corte. Por tanto, la importancia de los Caprichos radica en que éstos no son, simplemente, una mera creación artística que cumple con ciertos requisitos estéticos, sino que su autor, valiéndose de una serie de recursos visuales alejados de cualquier convencionalismo, quiso dirigirse, directamente, a un amplio sector de la sociedad española que no quería desprenderse de unos privilegios anticuados que mantenían al país anclado en el pasado. Para ello, dejó a un lado el óleo y los pinceles y recurrió a distintos procesos de huecograbado –punta seca, buril, aguafuerte y aguatinta–, ya que su objetivo era lograr la mayor difusión posible de la serie y que su mensaje se propagara entre toda la población a través de la prensa y del mundo editorial. Estas técnicas le posibilitaron la creación de una obra de arte seriada cuyo acceso era mucho más fácil y económico debido al gran número de copias que se editaron. 

 

De este modo, a principios de 1799 salieron a la venta 300 ejemplares de los Caprichos, de los cuales cada uno contenía 80 estampas. Se conserva un anuncio que apareció en el antiguo Diario de Madrid el 6 de febrero de 1799 redactado por el escritor Leandro Fernández de Moratín donde se informa de la publicación de la serie de Goya: “Colección de estampas de asuntos caprichosos, inventadas y grabadas al agua fuerte, por Don Francisco Goya. Persuadido el autor de que la censura de los errores y vicios humanos puede también ser objeto de la pintura, ha escogido como asuntos proporcionados para su obra, entre la multitud de extravagancias y desaciertos que son comunes en toda sociedad civil, y entre las preocupaciones y embustes vulgares, autorizados por la costumbre, la ignorancia ó el interés, aquellos que ha creído más aptos á subministrar materia para el ridículo, y exercitar al mismo tiempo la fantasía del artífice. Como la mayor parte de los objetos que en esta obra se representan son ideales, no será temeridad creer que sus defectos hallarán, tal vez, mucha disculpa entre los inteligentes: considerando que el autor, ni ha seguido los exemplos de otro, ni ha podido copiar tan poco de la naturaleza. Y si el imitarla es tan difícil, como admirable cuando se logra, no dexará de merecer alguna estimación el que apartándose enteramente de ella, ha tenido que exponer á los ojos formas y actitudes que solo han existido hasta ahora en la mente humana, obscurecida y confusa por la falta de ilustración ó acalorada con el desenfreno de las pasiones. […] Se vende en la calle de Desengaño, nº 1, tienda de perfumes y licores, pagando por cada colección de a 80 estampas 320 reales de vellón.”

 

Este ilustrativo anuncio muestra cómo los intelectuales de la época recibieron la obra de Goya. En él, Moratín apunta a la enorme novedad de los Caprichos y remarca su fuerte espíritu crítico contra los “errores y vicios humanos”, así como contra la tradición más arcaica, la religión o la ignorancia de una sociedad aferrada a la superstición. Sin embargo, Moratín no deja de lado la valía artística de la serie, ya que afirma que en ella el pintor aragonés ha “ejercitado su fantasía” sin recurrir a modelos tomados del mundo real. De modo que, sin querer, Leandro Fernández de Moratín desarrolla una incipiente crítica artística en la que se apunta a la innovación formal y estilística del artista

 

No obstante, Goya, que en esos momentos era el pintor de cámara del rey Carlos IV, decidió retirar del mercado los Caprichos por miedo a posibles represalias por parte de los estamentos poderosos, como el clero o la aristocracia, ya que ellos fueron, en gran medida, el blanco de las críticas vertidas por el artista. Así, finalmente, Goya entregó las planchas de los Caprichos al rey, quien las depositó y guardó en la Real Calcografía. Tras la caída de los gobiernos constituidos por intelectuales e ilustrados de enorme peso, como fueron Jovellanos o Saavedra, y, sobre todo, a partir de la muerte de Goya en 1828, período que coincidiría con la vuelta del absolutismo de la mano de Fernando VII, los Caprichos, debido a su explícito carácter crítico, permanecieron en el olvido durante varias décadas. 

Dibujo preparatorio del Capricho 15. Bellos Consejos. Álbum A. Francisco de Goya.
Dibujo preparatorio del Capricho 15, Bellos Consejos, Álbum A, Francisco de Goya, 1795.
Retrato de Moratín. Francisco de Goya.
Retrato del poeta Moratín, Francisco de Goya, 1824.

3/Influencias literarias en los Caprichos de Goya

3.1/La Ilustración

Podría decirse que el Capricho 43, popularmente conocido como El sueño de la razón produce monstruos, es, posiblemente, el grabado más conocido de toda la serie de los Caprichos. Dado que en un primer momento esta famosa estampa fue concebida como frontispicio de la colección, se conservan de ella numerosos bocetos y dibujos previos. En todos ellos aparece bajo el título de Sueño 1. Esto se debe a que Goya pretendía bautizar la serie de grabados con el nombre de Sueños, como tributo a la obra satírica de Francisco de Quevedo Sueños y Discursos. Esta obra literaria está compuesta por cinco narraciones breves en las que Quevedo hace una revisión de distintas costumbres, oficios y personajes populares característicos de su época.

 

Sin embargo, Sueño 1 pasó a ser el Capricho 43 en la edición final de 1799. En la  época de Goya, la palabra capricho se identificaba con ciertas “enfermedades de la razón”. Ha quedado constancia de ello en prospectos aparecidos en periódicos como El Censor o en poesía de autores como Meléndez Valdés o Jovellanos. El sueño de la razón produce monstruos está protagonizado por el propio Goya sumido en un profundo sueño y, tras él, decenas de animales nocturnos. Con ello, el autor pretende lanzar la idea de que un país donde no reine la razón será poseído, sin remedio, por toda una serie de lacras y vicios humanos.

 

No obstante, además de dicha influencia literaria extraída del contexto español, se encuentran otras posibles referencias respecto al término capricho que Goya puedo haber tenido en consideración. Y es que el artista francés Jacques Callot, cuya serie de aguafuertes Miserias y desgracias de la guerra (1633) es un claro antecedente de Los desastres de la guerra realizados por Goya entre 1810 y 1815, publicó hacia 1620 un conjunto de grabados titulados Caprichos. Asimismo, en la Italia de mediados del XVIII se denominó caprichos o capriccios a todo un género temático de grabados al aguafuerte que trataban asuntos relacionados con el mundo de la fantasía y de la imaginación. 

El sueño de la razón produce monstruos. Francisco de Goya.
El sueño de la razón produce monstruos, Francisco de Goya, 1799.
Jacques Callot. Caprichos.
Tocador de laúd grotesco, Jacques Callot,1621.

3.2/La Iglesia y la superstición

Teniendo en cuenta el fuerte carácter racionalista que caracterizó a la Ilustración, así como su lucha férrea contra las instituciones propias del Antiguo Régimen, la religión y la Iglesia, como no podía ser de otra manera, fueron duramente combatidas por los intelectuales ilustrados. Sin embargo, España era un país muy arraigado en la tradición cristiana, donde la Santa Inquisición continuaba detentando un enorme poder, sobre todo en lo que a la censura se refería. Por ello, teniendo en cuenta posibles represalias, Goya adoptó un lenguaje muy simbólico en todos aquellos grabados cuyo verdadero mensaje no era otro que el de una severa crítica dirigida a la institución eclesiástica.

 

La mayoría de estos grabados se centran en la ya mencionada Inquisición, y suelen estar protagonizados por la representación de un auto de fe, donde el acusado siempre porta sobre su cabeza la característica coroza, un gorro cónico de cartón que funcionaba como complemento al sambenito.  Existe un texto redactado por el filósofo francés Voltaire, incluido en su Diccionario Filosófico, donde señala lo obsoleto y anacrónico de la Inquisición: “Como se sabe, la Inquisición es una admirable y muy cristiana invención para hacer más poderosos al Papa y a los monjes y para convertir en hipócrita a todo un reino.” Y es que, para la Ilustración, esta institución eclesiástica constituía toda una rémora del pasado que debían combatir con todas sus fuerzas en aras de lograr una sociedad mejor y más justa.

 

Dos buenos ejemplos acerca de esta cuestión son el Capricho 23 y el Capricho 24. Ambas estampas fueron, probablemente, las obras que más problemas le traerían a Goya, y que motivarían que el artista se viera obligado a entregar las planchas originales de los Caprichos a Carlos IV en 1803. Respecto a su relación con las fuentes literarias, hay autores que vinculan estos dos grabados con la obra de Nicolás Fernández de Moratín, con quien Goya mantuvo una gran amistad, titulada Relación del Auto de Fe de Logroño del año 1610, donde el escritor madrileño aprovechó para parodiar a la Iglesia y al clero en el contexto del proceso de las Brujas de Zugarramurdi.

 

En relación a esta obra literaria, existe una segunda vertiente dentro de este bloque temático vinculado con la crítica a la Iglesia. Se trata de una serie de grabados que abordan asuntos relacionados con la práctica de la brujería y la superstición, algo que causó verdadera fascinación entre los intelectuales ilustrados. Durante esos años había cobrado gran popularidad un tratado de brujería, datado en el siglo XV, llamado Malleus Maleficarum, el cual Goya pudo consultar en la biblioteca de los Condes de Osuna, para quienes había trabajado como pintor. Este libro, cuyo contenido giraba en torno a la caza de brujas, inspiró numerosos caprichos que tienen por objetivo criticar la credulidad y la ignorancia de la sociedad española de su tiempo. Buenos ejemplos de todo ello son los Caprichos 69 y 45, donde aparecen escenas tomadas del proceso de las Brujas de Zugarramurdi descrito por Moratín, en las que varias ancianas están a punto de devorar una cesta repleta de bebés, una creencia muy extendida en la época de Goya. 

Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid. Francisco Rizi. 1683.
Auto de fe en la Plaza Mayor de Madrid, Francisco Rizi, 1683.
Malleus Maleficarum. Tratado sobre brujería.
Malleus Maleficarum, Heinrich Kramer y Jacob Sprenger, siglo XV.
Francisco de Goya. Caprichos. De aquellos polvos. Inquisición.
Capricho 23, De aquellos polvos, Francisco de Goya, 1799.
Francisco de Goya. Caprichos. Mucho pan hay que comer. Brujería.
Capricho 45, Mucho pan hay que comer , Francisco de Goya, 1799.

3.3/El matrimonio de conveniencia

Otro claro objetivo a combatir por los defensores de la Ilustración fue el matrimonio de conveniencia, ya que lo consideraban un instrumento de la aristocracia para perpetuar los estamentos propios del Antiguo Régimen. Dentro de los Caprichos, Goya hará una durísima crítica a este tipo de uniones a través de dos conceptos visuales.

 

El primero se centra en el tema de la bella y el monstruo, donde jóvenes mujeres son obligadas por sus familias a casarse con viejos ricos. Uno de los Caprichos donde mejor se aprecia esta cuestión es el número 14, titulado Qué sacrificio, cuyo equivalente literario se podría encontrar en la obra teatral de Nicolás Fernández de Moratín  El sí de las niñas, en la que la joven Paquita se ha de casar con Don Diego, un hombre acaudalado mucho mayor que ella. Asimismo, en las Cartas Marruecas de José Cadalso también aparecen pasajes que ponen en tela de juicio este tipo de costumbres. Por ejemplo, en la Carta LXXV se habla de una mujer seis veces viuda, ya que siempre contrajo matrimonio con hombres excesivamente mayores: “Todo esto se hubiera remediado –afirma la joven y sempiterna viuda- si yo me hubiera casado una vez a mi gusto, en lugar de sujetarlo seis veces al de un padre que cree la voluntad la hija una cosa que no debe entrar en cuenta para el casamiento.”

 

El segundo concepto visual alude a aquellos matrimonios de conveniencia buscados por una mujer joven para conseguir las libertades y privilegios propios de la mujer casada, al mismo tiempo que disfruta del amor con un amante. Esta idea se plasma en el Capricho 2,  que lleva por título El sí pronuncian y la mano alargan, tomado directamente de un verso incluido en la obra de Gaspar Melchor de Jovellanos A Arnesto:

 

¡Cuántas, oh Alcinda, a la cayunda uncidas

Tu suerte envidiarán! ¡Cuántas de himeneo

buscan el yugo por lograr tu suerte

y, sin que invoquen la razón ni pese

su corazón los méritos del novio,

el sí pronuncian y la mano alargan

al primero que llega! ¡Qué de males

esta maldita ceguedad no aborta!

Capricho 14, Qué sacrificio, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 14, Qué sacrificio, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 2, El sí pronuncian y la mano alargan, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 2, El sí pronuncian y la mano alargan, Francisco de Goya, 1799.

3.4/La prostitución

La problemática existente en torno al tema de la prostitución clandestina es otro de los ejes angulares en la serie de los Caprichos. Aquí, la principal fuente literaria que se esconde detrás de Caprichos como el número 31, titulado Ruega por ella, el 15,  Bellos consejos o el 28, Chitón, es, de nuevo, el texto escrito por Nicolás Fernández de Moratín El arte de las putas (1769), señalado como libro prohibido por la Santa Inquisición en 1790. En él, su autor hace una defensa de las prostitutas muy moderna y llega a solicitar que se regule la apertura de nuevos burdeles. Moratín describe a lo largo de este poema erótico, que circuló de forma clandestina durante más de un siglo, distintas facetas de los trabajos realizados por mujeres que vivían de la prostitución en la España de finales del XVIII. 

 

En los Caprichos de Goya que tratan esta temática, aparece siempre la figura de la alcahueta acompañando a las jóvenes prostitutas. Este personaje nos remite directamente a la célebre novela de Fernando de Rojas La celestina (ca. 1499), en la que el personaje de celestina, la alcahueta, se vale de una serie de artes oscuras para lograr el amor entre Calixto y Melibea. De este modo, Goya llevó a cabo una caricaturización muy negativa esta figura, a quien, sin embargo, presenta como un personaje contradictorio. Por un lado, ellas son las responsables de perpetuar el oficio de la prostitución, adquiriendo, en los Caprichos, el papel del verdugo. Pero, al mismo tiempo, Goya las presenta como víctimas de un sistema que favorece el ejercicio de dicha profesión, ya que estas alcahuetas ancianas fueron, en el pasado, la joven prostituta a la que ahora acompañan. 

 

Por tanto, a través de este último gran bloque temático nos hemos acercado a otra problemática ciertamente escabrosa de la España del siglo XVIII, ante la que Goya, al igual que hizo con la Iglesia y la superstición, la aristocracia de rancio abolengo y el obsoleto sistema educativo español,  no dudó en armarse con sus gubias y pinceles para combatirla. 

Capricho 32, Ruega por ella, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 32, Ruega por ella, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 28, Chitón, Francisco de Goya, 1799.
Capricho 28, Chitón, Francisco de Goya, 1799.

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