El folklore leonés en el grabado de Ainoa Riesco: una romería a la luz

Laura Jiménez Izquierdo (Soria, 1992) es la autora de este artículo que analiza el universo del folklore leonés en el grabado de Ainoa Riesco (Ponferrada, 1989).  Laura nos lleva de viaje por El Bierzo y la región leonesa a través de los linóleos, aguafuertes, dibujos e instalaciones que la artista berciana ha creado para su exposición Una vuelta al sol en la Sala 5 del Centro de Arte Contemporáneo DA2 Domus Artium 2002 de Salamanca. Una romería a la luz propone un recorrido por el ciclo festivo anual de la comarca de El Bierzo y otros territorios vecinos como si de una peregrinación se tratase. Así, en las distintas etapas de este peregrinaje literario nos detendremos a pelar y embotar pimientos, a sentarnos al filandón, a asar castañas por Todos los Santos, a adornar un ramo leonés por Navidad, a disfrazarnos en Carnaval y descubrir el Entroido, a recibir la primavera junto a los mayos de Villafranca del Bierzo, o a vestirnos con los trajes regionales que salpican los rincones de este lugar.

 

Laura Jiménez Izquierdo es historiadora del arte y conservadora en el Museo del Traje de Madrid. El texto Una romería a la luz ha sido publicado dentro del catálogo de la exposición Una vuelta al sol, editado por la Fundación Salamanca Ciudad de Cultura y Saberes en enero de 2024.

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Una vuelta al sol, Ainoa Riesco. Catálogo de la exposición.
Ficha técnica:

Una vuelta al sol, Ainoa Riesco.
Sala 5, DA2 Domus Artium 2002.
19/01/2024 – 28/04/2024
Comisariado por Laura Jiménez Izquierdo.
Obra disponible en La Tienda.

Proyecto seleccionado en la I Convocatoria de Apoyo a la creación artística contemporánea. 

Texto de Laura Jiménez Izquierdo. “Una romería a la luz”. En Riesco, A., Una vuelta al sol. Salamanca: Fundación de Cultura y Saberes, 2024, p. 15-35.

Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.
Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.
Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.
Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.
Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.
Ainoa Riesco, Una vuelta al sol- Exposición en Centro de Arte Contemporáneo DA2 de Salamanca.

1/ Comienza la romería. El Bierzo, la Aquiana y Ainoa Riesco.

En el silencio de las horas antes de la madrugada, sólo se escuchan las caricias del viento en las mejillas de los presentes. De fondo, la Aquiana observa desde el horizonte, en una noche aún estrellada, el curso de la tradición. Una voz de fondo comienza a recitar: “cierto día, cuyo día no sé ya qué día fue, aunque creo que fue un día de un año y hasta de un mes”. Se trata del comienzo del Cuento satírico de Don Antonio Fernández y Morales en su obra “Ensayos poéticos en dialecto berciano” de 1861, contando la historia de un “honrado portugués” que “envuelto en un remolino, al Bierzo llegó una vez” y “encantado del país, fijó sus reales en él”. Fernández y Morales utiliza la historia de este ficticio portugués y su sirviente para rasgar de manera irónica, sarcástica y mordaz las supersticiones populares de esta zona, pero, paradójicamente, las rescata, halaga y admira.

 

Esta pareja no es el único caso de gente que “pasaba por allí” y termina alargando la visita o incluso echando raíces en El Bierzo. Esta particular tierra de encrucijada cultural tiene un poder de fascinación y magia que, para comprenderlo y sentirlo, hay que vivirlo, o tiene que ser contado. Esta magia berciana, como cualquier otra magia popular, da cíclicamente una vuelta al sol y, ya que no todo el mundo puede acercarse a vivirla durante un año entero, Ainoa Riesco se acerca a contárnosla.

 

Un día, de un año y hasta de un mes. Un día cualquiera podría ser el que Ainoa decidió representar La noche sobre los Aquilianos, una punta seca que representa un cielo estrellado sobre el sistema montañoso más imponente de Ponferrada. La Aquiana, montaña sagrada de El Bierzo, alberga en su pico una de las ermitas más altas del país. Dedicada a la Virgen de la Aquiana, esta ermita y su devoción popular nos sirve como primer ejemplo para entender las influencias acumuladas a lo largo de la historia en las tradiciones y ritos populares. Como si de estratos geológicos se tratara, los poderes político-religiosos han ido adaptando históricamente los rituales del pueblo. Antes de que el cristianismo trajera la Virgen de la Aquiana, ya existían ritos a las divinidades de la naturaleza en el denominado Campo de las danzas. Existen ciertos espacios sagrados que han perdurado en el tiempo bien enraizados a la tierra, a la evolución  cultural y religiosa de cada lugar.

El caracol, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

El caracol, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

La noche sobre los Aquilianos, Ainoa Riesco. Punta seca, 2021.

La noche sobre los Aquilianos, Ainoa Riesco. Punta seca, 2021. 

La siesta, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2022.

La siesta, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2022. 

2/ Los preparativos. Lo compartido, el grabado, la memoria.

Se escucha el toque de un tambor. Dentro de la comitiva, un coro comienza a cantar “A Ponferrada me voy”:

 

Tengo de subir al monte, tengo de pasar la Aquiana,
tengo de pisar la nieve que Santa Elena pisaba.
Después de subir al monte y haber pisado la nieve,
tengo de bajar al Bierzo para ver si tú me quieres.

 

Ainoa levanta la mirada unos instantes y los demás la imitamos. En pleno siglo XXI, el contemplar el firmamento de noche iluminado bajo las estrellas, sigue intrigando a cualquiera. Aunque conozcamos la teoría de la física de los fenómenos naturales y de los ciclos temporales que encadenan el día y la noche, la luz de una noche estrellada encandila a cualquier alma. En realidad, es un cielo que podría ver Ainoa desde Ponferrada, mi abuela desde su terraza en Soria, o una estudiante que salga del centro de arte DA2 en una fría noche de febrero y que busque en la oscuridad ese brillo estelar.

 

Parece que, en esta romería en mitad de la montaña, bajo el suspiro de Aquiana, las estrellas brillan con más fuerza. Pero, ese cielo, es un cielo compartido, un cielo que, quedando grabado en una estampa es, además, un valor más a compartir. Y es que Ainoa trabaja principalmente con el grabado. Esto no es una decisión baladí. Es su manera de utilizar una de las ramas artísticas que mejor sirven para democratizar la cultura y para compartir la expresión popular. Las técnicas del grabado son ideales para recrear ad infinitum una imagen. La matriz de la estampa, la creadora de la imagen, es capaz de reproducir su impronta en numerosos soportes, con sutiles mutaciones y metamorfosis.

 

Experimentando e investigando con diferentes técnicas, Ainoa ofrece el placer del detalle, la delicadeza del trazo, la fluidez del degradado de tonalidades. Con sus linograbados consigue algo orgánico, fuerte y familiar, que parece emerger de la propia madera de un árbol centenario. Con las puntas secas y aguafuertes muestra la ligereza del punzón, la suavidad e incluso sensualidad de una finísima línea y un difuminado sedoso que acaricia el papel. A todo ello le mete color con dibujos, óleo e incluso instalaciones.

Comenzamos a caminar.

Matrices de linóleo, Ainoa Riesco.

Planchas de linóleo talladas.

Mapa del Bierzo Alto, Ainoa Riesco. Detalle de Ponferrada. Linograbado, 2021.

Mapa del Bierzo Alto, Ainoa Riesco. Linograbado, 2021.

Gubia de grabado sobre madera o linóleo. Detalle de la plancha de linóleo Las Mayas, de Ainoa Riesco.

Gubia y detalle de la plancha de linóleo Las Mayas, Ainoa Riesco, 2022.

3/ Arranca el cortejo. La familia, los pimientos, el filandón.

Tras los pasos de Ainoa va encabezando la comitiva su familia. Observo que llevan encima bolsas, cubos, sillas plegables y barquillas con pimientos. Su abuela y su hermana caminan juntas cogidas del brazo. Cincuenta años de diferencia unidos en un paseo, en un gesto. Son dos generaciones completamente distintas que, sin embargo, comparten ciertos códigos en estas tradiciones. Se une su pasado, su presente y su futuro, al que le dan la bienvenida con cada paso. Es curioso cómo nadie elegimos la tierra ni la familia en la que nacemos, pero estas acaban dibujando nuestra identidad, carácter y manera de estar en el mundo. ¿Acaso no vamos creando nuestra forma de ser con nuestras experiencias, aprendizajes y memoria?

 

Veo que el cortejo se desvía. La familia de Ainoa empieza a desplegar las sillas en círculo y disponen en el centro los cubos y barquillas con pimientos. Se sientan y nos invitan a sentarnos. Empiezan a contarnos cómo todos los años se reúnen en octubre para asar y pelar pimientos, para embotarlos después.

 

En cualquier zona de España nos encontramos con estas tradiciones, llamémoslas “de conservas alimenticias”, en las que se embotan al baño maría diferentes alimentos según la zona. No dejan de ser estrategias de aprovisionamiento que se terminan convirtiendo en reuniones familiares muy íntimas. Abuelas, hijas y nietas por todo el país se juntan a finales de verano o principios de otoño para hacer conservas de pimientos, tomate, atún, mermelada… En el pasado, era una manera de aprovechar los productos del huerto remanentes del verano para asegurar que se podrá disponer de ellos en el largo invierno. En el presente tampoco es que haya cambiado demasiado. Pienso en el botecito de mermelada de tomate que me ha dado mi madre para que compartiera en la romería y que hizo hace unas semanas con los últimos tomates del huerto. Sonrío en silencio pensando en ese olor a canela que desprende el bote cuando se abre por primera vez.

 

La abuela de Ainoa explica en alto las instrucciones para pelar y embotar los pimientos. Todos escuchamos atentos. Cuando ya hemos aprendido y nos ponemos a rellenar los botes, comienzan a escucharse conversaciones y risas. Los presentes están compartiendo recuerdos familiares: “la primera vez que la niña comió un pimiento”, “aquel día que había desaparecido el chorizo y se lo había comido el perro”, “la tarde que jarreó y terminamos bailando bajo la lluvia” …  En el fotograbado Los pimientos, Ainoa representa esta intimidad. En blancos y negros consigue recrear esos reflejos de la luz en las manos de la familia, que trabajan todos a la vez mientras se cuentan historias y comparten memoria. Me hace pensar en la luz del cuadro de Joaquín Sorolla Cosiendo una vela. No solo por el brillo, sino por el trabajo grupal de diferentes generaciones en torno a un objetivo común

 

Ainoa trabaja este aspecto de manera reiterada en su obra artística: la memoria como fuerza evocadora de recuerdos, emociones y saberes de otro tiempo. En un mundo en el que impera lo inmediato y vivimos a ritmo frenético, merece la pena, de vez en cuando, pararse a pelar pimientos, cocer mermelada y disfrutar de los recuerdos compartidos del hogar.

Mi rosa, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

Mi rosa, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

Manzanilla y genciana, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2023.

Manzanilla y genciana, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2023.

Que se besen, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

Que se besen, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2023.

Los pimientos, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2022.

Los pimientos, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2022. 

Comenzamos a recoger. Los botes se han quedado cerrados, esperando a ser embotados al baño María y que puedan durar todo el año. Se escucha a un grupo de mujeres que dicen: “nosotras nos encargamos, que nos vamos a quedar al filandón”.

 

La cuitada de mía madre, madre del mío corazón
piensa que estoy en mía cama, y estoy en lo filandón.

 

Mientras comienzan a cantar, este grupo de mujeres van recogiendo los botes de pimientos y sacan de sus faltriqueras hilo y aguja: 

 

Con la mía roca, con el mío fuso,
doile al sarillo pa amadejar,
que un pardo fino de lana e lino
con mil amores te haré en el telar.

 

Antaño, cuando se acercaba el frío, en tierras leonesas y asturianas, existía la costumbre de reunirse al final del día en torno al fuego para conversar, cantar, bailar, beber algún licor y contar historias mientras los hombres jugaban a las cartas y las mujeres tejían, hacían arreglos e hilaban o “filaban” la lana. Con la llegada de la radio y de la televisión –no hablemos ya de los diferentes dispositivos móviles– esta costumbre se fue perdiendo. Pero, ¿no nos seguimos reuniendo en las noches de otoño e invierno en puntos de encuentro cálidos para tomar algo y conversar? Quizás podríamos hablar de filandones del siglo XXI.

 

Como introducíamos previamente, hace no tanto, la vida de los pueblos se regía por un calendario impuesto por la Naturaleza. La agricultura y ganadería estaban sujetas al ritmo estacional de esta. El trabajo del pueblo dedicado a ellas aumentaba en primavera y verano y descendía progresivamente en otoño e invierno, retornándose de nuevo en la primavera.

 

En estas estaciones frías en las que los trabajos del campo disminuían, aumentaban las labores de tipo artesanal y se propiciaban los encuentros de diversión y convivencia en el hogar. Ello queda reflejado en la colagrafía El Filandón, en la cual Ainoa representa a un grupo de mujeres anónimas que comparten algo íntimo, pero que, si te acercas a escuchar, te invitarían a participar de su secreto. Las rodean unos tapetes florales de encaje, que han estado filando y tejiendo mientras las palabras bailaban en el calor del hogar.

 

Estos filandones desempeñaron un importante papel, generación tras generación, de la pervivencia y transmisión oral de diferentes manifestaciones del saber popular. Historias, romances, cuentos y canciones, se compartían en estas reuniones.

 

Las montañitas del Bierzo se visten de mil colores,
en invierno blancas nieves, en verano ricas flores.

 

Con la jota Por las montañas del Bierzo dejamos atrás a las filanderas, y seguimos subiendo. Aún no se ven “ricas flores”, pero el frío ha llegado y dentro de poco comenzará a traer esas “blancas nieves”. Nos abrigamos y retomamos el camino.

El rumor, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2024.

El rumor, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2024.

El filandón, Ainoa Riesco. Colagrafía, 2023.

El filandón, Ainoa Riesco. Colagrafía, 2023.

La zarzamora, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2024. 

4/ Primera etapa. El frío. El otoño y el invierno.

Hemos entrado en el otoño. De hecho, tanto las reuniones de los pimientos como los filandones se hacen en esta época. El reinado del frío y de la noche comienza su progresivo mandato. Históricamente el año se polarizaba en dos momentos fuertes del año: el invierno y el verano. En poemas del siglo XVI se aludía a esta dicotomía constantemente:

 

Tras el invierno el verano, tras la noche el día claro
y tras lo enfermo lo sano, tras el mal viene el reparo.

 

El poeta Hurtado de Mendoza ponía en verso esas dicotomías que citábamos al principio de nuestra romería. En España, especialmente en el norte, el uno de noviembre ya ha llegado el frío y la humedad, y las noches comienzan a ser más largas. Parece el clima perfecto para hacer celebraciones en torno a los muertos.

 

El primer día del año céltico, el Samhain, era nuestro actual 1 de noviembre. Comenzaba el año y el frío invierno. Para investigadores como Frazer o Caro Baroja, la festividad de Todos los Santos era la cristianización de esta celebración. En este día y la noche anterior, se creía que los límites entre el mundo de los vivos y los muertos se difuminaban y estos segundos podían entrar a visitar las tierras de los primeros. Los pagani pasaban la noche en vela, junto a fuegos rituales y ponían luces en las puertas de sus casas para que los muertos no pasaran. No solo eso, sino que se vestían de muertos para confundir y asustar a los muertos de verdad y que no se les ocurriera quedarse en su mundo. El fuego y la luz también servían para purificar y calentar las almas de los muertos.

 

El repique de tres toques de una campana me devuelve la atención a nuestro cortejo. Una mujer vestida íntegramente de negro con medias blancas, con un moño trenzado y una expresión de seriedad y respeto absolutos, recita en alto mientras toca una campanilla:

 

Acordémonos de las benditas almas del purgatorio
y de las que están en pecado, para que salgan de tal estado.

 

Es el clamor de la Moza de las Ánimas, que ha venido desde la Alberca, para rogar por el alma de los difuntos en esta noche de Ánimas. En la Sierra de Francia, se conservan desde antaño algunas fiestas en las que lo profano y lo sagrado se confunden, estrechándose la relación con la muerte. En la Alberca y otros pueblos de esta zona salmantina, aún perdura la tradición de “la moza de las ánimas” en la que, el primer viernes de cada mes, una mujer vestida con el “traje de ventioseno” recorre las estrechas calles del pueblo, acompañada de otras dos mozas, tocando una esquila o campanilla y portando un candil, rezando un rosario y rogando por las almas del purgatorio ya que, según dicen, “las del cielo no lo necesitan y las del infierno no lo merecen”. Según la leyenda y la tradición, esta comitiva sigue su camino hasta un antiguo osario que reside en una hornacina, situada en la fachada exterior de la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.

 

Una llama de cirio ilumina a dos calaveras rodeadas de ramas que miran fijamente a esta moza que nos da la espalda en el linograbado de Ainoa Moza de ánimas, donde representa su llegada al osario. Ella nos da la espalda, mostrándonos solo la larga trenza de su moño, pero sin dejarnos ver si mira con burla, terror, seriedad o respeto a estos muertos. Probablemente sea lo último, ya que está repicando su esquila por ellos.

 

En un halo de misticismo, en el que los tres toques de campana retumban en la piedra de la hornacina y rebota en todas las direcciones, la brisa otoñal, cuajada de humedad, comienza a oler a algo asado… ¡Juraría que son castañas!

 

Ya sacan las mozas de la faldriquera
nueces, avellanas, manzanas y peras,
las ragazadas castañas pa asar
que la magostada vamos a empezar.

 

Se escucha cantar a los “mozos y mozas” del Magosto. En los pueblos del noroeste español y Portugal, se celebra a principios de noviembre esta fiesta tradicional relacionada con la recolección de la cosecha de castañas. Tras la caída de este fruto, los vecinos las dejan secar y se preparan vecinalmente unas hogueras para asarlas y compartirlas al aire libre. También de raíces célticas, el Magosto se suma a las celebraciones del inicio de la mitad anual oscura y fría y, también, del culto a los muertos.

 

En torno a sus dos protagonistas, la castaña y el fuego, en esta fiesta se realizan numerosos rituales de purificación y culto a los antepasados, ya que, en ciertos pueblos, se piensa que las ánimas bajan a calentarse al fuego del magosto y que cada castaña comida es un alma que se salva.

 

En el linograbado Magosto 2023 Ainoa explota toda su creatividad técnica y artística, llenando la obra de simbolismos. Muestra todos sus perfiles personales: saca su faceta de historiadora del arte en esas danzas macabras y aquelarres goyescos que se asoman por el fondo del conjunto; su lado más familiar al presentar a todas esas mujeres que trabajan, comparten y ofrecen castañas, huesos de santos, buñuelos y rosquillas de anís; su vertiente más cinéfila con el guiño al cine de terror de El Orfanato de Juan Antonio Bayona o Midsommar de Ari Aster, proyectándose en dos televisores escondidos tras las llamas de las hogueras; su cara más ingeniosa y divertida al incluir disfraces de fantasmas, algún alien de Mars Attacks! de Tim Burton o al mismísimo Nosferatu de Murnau, que beben y bailan al son de la charanga.

 

Es una muchedumbre “bosquiana” o que incluso podría asemejarse a una de las páginas de la serie Buscando a Wally de Martin Handford en el que se entremezclan diferentes ritos y costumbres: el Samhain, el Magosto, Halloween, el Día de Todos los Santos… Todo evoluciona y se transforma conjuntamente, al mismo paso que la sociedad. Y, además, no olvidemos que, da lo mismo la religión o el poder que las lidere, todas provienen del mismo origen pagano.

 

La impronta de las incontables tallas de la gubia en la plancha de linóleo parece desprender en este festín entre jaranero y macabro sutiles notas de olor a castaña, al anís de las rosquillas, al azúcar y la crema de los buñuelos y los huesos de santo, a los licores de hierbas y de las flores que decoran los cementerios.

 

Olor y sabor, puesto que en nuestra romería se han repartido todos esos dulces y bebidas entre los asistentes. Una delicia para el paladar y un gusto para el tacto y la temperatura corporal, puesto que, en el frío de nuestro camino, tener entre las manos unas castañas asadas mientras desfilamos, aporta una calidez que trae a la vez recuerdos de infancia.

 

Y es que, a mí, las castañas y las rosquillas de anís me recuerdan a invierno y a Navidad. A bajar con mis abuelos al centro a por un cucurucho calentito de castañas de Don Ramón y a despertarme temprano en la fría casa de mi abuela para empezar a amasar la pasta de sus rosquillas.

 

El frío sigue aumentando, se empiezan a repartir mantas maragatas para combatirlo. La suave lana tejida y teñida a mano abriga lo suficiente como para dejar de tiritar. A mí me ha tocado una con un patrón de rayas rojas, azules y verdes, con una leyenda que exclama: “¡VIVA MI DUEÑO!”. Me pregunto de quién será la cama que suela cubrir esa manta…

 

Pasamos por una aldea, en la que las casas están muy iluminadas y decoradas con adornos de colores: manzanas, estrellas, bolas de nieve… Ha llegado el solsticio de invierno, la Navidad cristiana, y se escuchan a niños cantando aguinaldos y villancicos.

 

Denos aguinaldo, señora, por Dios,
que venimos cuatro y entraremos dos.
Al quiquiriquí, al quiquiricuando,
de aquí no me voy sin el aguinaldo.

 

Siempre me han parecido muy divertidos los guiños “chistosos” o “grotescos” que se cuelan en algunos villancicos. Mi favorito, desde luego, es la Marimorena, con los ratones que se cuelan en el portal de Belén y “al pobre de San José le roen los calzones”. El santo termina pidiéndole a María que saque la bota, que se va a emborrachar.

 

Sin detenernos demasiado en esta fiesta, simplemente mencionar cómo en muchos lugares es el punto cenital de la alegría carnavalesca y hogareña al frío invernal. Heredera de las Saturnales romanas, en ellas se terminaba simbólicamente con el frío, la oscuridad, lo malo y lo viejo. Las chimeneas de los hogares son las protagonistas de cualquier imagen navideña para combatir el frío, todo se llena de luces para acabar con la oscuridad, la gente hace listas de deseos y propósitos buenos para dejar lo malo atrás, y el año nuevo, con las doce uvas, deja atrás la nochevieja.

Ramo leonés, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Ainoa Riesco, Por los Santos. Linograbado,2023.

Por los Santos, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023. 

Ainoa Riesco, Moza de ánimas. Linograbado, 2023.

Moza de ánimas, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Moza de ánimas, Ainoa Riesco- Catálogo, 2023.

Moza de ánimas, Ainoa Riesco. Catálogo, 2023.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023. Detalle.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023. Detalle.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023. Detalle.

Magosto 2023, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Vivan mis dueñas, Ainoa Riesco. Instalación textil tejida a crochet, 2023.

¡Vivan mis dueñas!, Ainoa Riesco. Crochet, 2023.

Vivan mis dueñas, Ainoa Riesco. Instalación textil tejida a crochet, 2023.

¡Vivan mis dueñas!, Ainoa Riesco. Detalle, 2023.

La Navidad es un tiempo de frío y recogimiento impuesto, pero los días se van haciendo más largos a partir de ahora. No sólo los días, sino que, a nivel antropológico, para terminar con lo malo y lo oscuro y hacerlo más digerible, el pueblo lo invierte, se burla de ello, lo lleva a lo grotesco y crea un mundo al revés.

 

La carnavalización va aumentando en intensidad y diversidad. Las mascaradas invernales llegan a su punto más álgido al terminar el invierno, con el Carnaval. Probablemente el Carnaval sea el ejemplo más notorio de rebeldía festiva, de desenfreno colectivo, subversión y libertad. Enmarcado en unos ritos simbólicos que tienen en común cierta inversión del orden, el Carnaval se celebra por toda España en un estallido de color, irracionalidad y diversión.

 

En la zona del Bierzo, al igual que en tierras gallegas, asturianas y nor-portuguesas, el Carnaval tiene nombre propio: el Entroido. En cada localidad se tiñe de distintos tonos y presenta ritos diferenciados, incluso diferentes nombres como Antruejo en León, Antroxu en Asturias o Entrudo en Portugal.

 

Etimológicamente se cree que viene del latín introito, cuyo significado es “entrada”. No obstante, respecto a su origen, es todavía un misterio. Existen teorías que lo relacionan con el cambio del rito mozárabe de la liturgia por el nuevo rito romano. Este abogaba por una mayor austeridad dentro de la iglesia, incluso en los ropajes de los sacerdotes que ahora irían más humildes y sencillos. Se piensa que los diferentes personajes de mascaradas y disfraces como los cigarrones o los peliqueiros gallegos podrían imitar a estos sacerdotes de manera burlesca y despectiva.

 

Personajes que podrían asemejarse a los imaginados por Ainoa en su serie O Entroido, de aguafuerte y degradados a aguatinta. Tres mascaradas que nos ocultan su identidad tras caretas, harapos, cencerros, espigas y telas. Quizás divertidos, quizás más serios de lo que parecen.

 

En cualquier caso, el Entroido daba entrada a la Cuaresma y lo hacía con un desfile carnavalesco. En Ponferrada, el ritual de celebración tradicional de esta fiesta se perdió hace más de 100 años, pero en la última década, se ha recuperado de nuevo.

 

Veo que Ainoa se acerca hacia mí. Trae una gran bolsa en sus brazos. “Lauri, en el Entroido es obligatorio disfrazarse y yo sé que tú no dejas escapar la ocasión de hacerlo… Pero, esta vez, déjame a mí vestirte, que estás en mi tierra”. Sin perder esa contagiosa sonrisa y su risueña mirada rasgada, me empieza a poner cosas encima. Y digo “cosas” porque yo sólo veo que saca de la bolsa harapos de colores, collares de flores y ajos y unos cuernos de diablo.

 

Con su dulce acento de Ponferrada me dice entre risas: “Ala, lista, una diaña más. Ya puedes tirar plumas, harina y huevos”. “¡Agáchate!” –me grita mientras me empuja al suelo. Hemos esquivado un huevo que estaban tirando a un chico que se estaba negando a disfrazarse. Veo detrás a su padre, también vestido de diaño, arrastrar una carretilla con un pelele, un muñeco de paja. “Antes lo llevaban en borriquillo” –me comenta su abuela. Las fiestas cambian y evolucionan con la sociedad y los tiempos. Comienzan a sonar gaitas que acompañan a la romería carnavalera. “Y, ¿sabes? Antes les hacía yo los disfraces: de mariposa, duendecillo, abejita… ¡Iban monísimas!”. Pienso en los óleos sobre tabla de los Carnavales de 1996 y 1998, en los que Ainoa se autorretrata junto a su hermana como dos niñas disfrazadas de mariposilla y de hippie. Todo ello en un estallido de pinceladas de color que merece un carnaval infantil lleno de vida.

 

A falta de espejo me imagino que voy como una diaña más de su linograbado Os Diaños do Entroido, donde a la vista de varios turistas y acompañados de un grupo de gaiteras y gaiteros vestidos con el traje típico de la zona, un tropel de diañas y diaños vestidos con harapos, flores y ajos, se entremezclan entre las llamas del fuego que quemará al pelele de paja. Otro ritual más del paso de lo viejo a lo nuevo a través del calor y la luz.

 

Me he entretenido en una guerra de harina más de lo que pretendía y me he quedado un poco atrás. Empieza a oler a chamuscado y me adelanto para ver qué está pasando. Están quemando al muñeco. Cuando el fuego empieza a apagarse, la gente se quita los disfraces. Me uno a ellos y empiezo a quitarme los harapos, los ajos y, en todo lo posible, las plumas que se me han quedado pegadas en el mejunje de harina y huevo…

 

Oliendo aún a ajo, intento ubicarme. La gente sigue parada. El camino pasa por una especie de pasillo arquitectónico a modo de santuario que parece brillar mucho por dentro. No sabría describir cómo la fuerza de la luz me pedía entrar.

 

Sin embargo, antes de que ni siquiera pueda acercarme dos pasos, alguien me agarra del brazo. Es Ainoa. “Sin prisa, Lauri, que toca merendar”.

Ainoa Riesco. Os diaños do Entroido Berciano. Linograbado, 2022.

Os diaños do Entroido, Ainoa Riesco. Linograbado, 2022.

Ainoa Riesco, El Entroido. Aguafuerte y aguatinta, 2023.

El Antroxu, Ainoa Riesco. Aguafuerte y aguatinta, 2023. 

Ainoa Riesco, El Entroido. Aguafuerte y aguatinta, 2023.

O Entroido, Ainoa Riesco. Aguafuerte y aguatinta, 2023.

Ainoa Riesco, El Entroido. Aguafuerte y aguatinta, 2023.

El Antruejo, Ainoa Riesco. Aguafuerte y aguatinta, 2023.

Carnaval 1998, Ainoa Riesco. Óleo sobre tabla, 2023.

Carnaval 1998, Ainoa Riesco. Óleo sobre tabla, 2023.

Carnaval 1996, Ainoa Riesco. Óleo sobre tabla.

Carnaval 1996, Ainoa Riesco. Óleo sobre tabla, 2023.

5/ Parada a merendar. Botillo y cuturrús. El santuario.

¿Cómo íbamos a irnos de romería sin parar a merendar? Pensaba que con las castañas y dulces del Magosto esta parte estaba cubierta, pero parece que falta probar la delicia tradicional de la zona.

 

La gente empieza a agruparse y sentarse en corros. La familia de Ainoa comienza a repartir platos con una especie de embutido, repollo y patatas. Se trata del botillo, un embutido fresco relleno de costillas y piezas troceadas procedentes del despiece del cerdo, condimentadas y embutidas en el ciego del animal. Su madre me da mi ración: “espero que te guste, Laura” –me dice mientras me guiña un ojo.

 

Tradicionalmente, las familias del Bierzo preparaban varios botillos tras la matanza del cerdo al comienzo del invierno. El primero de ellos se comía en Navidad y el último en Carnaval, convirtiéndose este embutido en algo típico del Carnaval berciano.

 

Aprovecho para sacar la mermelada de tomate de mi madre que estaba guardando para la merienda. Parece que a la gente le gusta mucho untada con un poco de pan. También comparto chorizo de Soria, que no hemos hecho en casa, pero es también típico de Carnaval, puesto que, en nuestro Jueves Lardero, los sorianos comemos “pan, chorizo y huevo”. Estos ritos de comensalidad de comer los embutidos preparados en Navidad justo antes de que comience la Cuaresma también se extienden por toda la península: botillo, chorizo, fuet, bull, butifarra… En esta época, cada cual merienda las “tripas” típicas de su zona.

 

Vemos un botillo bien gordito tallado entre llamas de fuego en linóleo en la pieza Ardor de Botillo, que hace pareja con Fuego de Cuturrús. El cuturrús es un licor ancestral de hierbas medicinales con frutos secos y aguardiente de orujo muy típico del Bierzo bajo. Se cree que sus orígenes se remontan a la época de los pueblos astures y que la receta logró sobrevivir a la aculturación romana. Su receta nos la cuenta Ainoa en el linóleo: “200 gramos de azúcar, 1 litro de aguardiente, 15 hojas de hierbaluisa, 5 capullos de manzanilla, nueces, pasas y café”. Suena rico.

 

Tradicionalmente los vecinos del Bierzo preparan su propio cuturrús en casa, cada uno con su propio toque secreto de familia, y es costumbre invitar a probarlo a las casas. En nuestra romería, nos han invitado a todos a un chupitín. Está fuerte, pero rico.

 

Tras llenar el estómago y coger fuerzas, ayudo a recoger. Pero me escapo en cuanto puedo a ver ese santuario que antes ha robado toda mi atención. Entro en un pasillo que está repleto de pequeños amuletos, exvotos, escapularios y milagritos. A nivel genérico, los amuletos son objetos, generalmente portátiles, a los que se adjudican virtudes protectoras ante el mal o propiciatorias del bien.

 

Es muy intrigante cómo estos elementos tan característicos de la superstición –creencia irracional en alguna influencia no explicable y que se escapa a la ciencia y la fe– se cuelan de lleno en la religión popular. Más bien relacionados con el mundo pagano, estos amuletos han convivido e incluso se han entremezclado con objetos claramente vinculados a la religión católica (escapularios, estampitas o corazones sagrados de Jesús), complementándose e incluso potenciándose. Corazones, lunas, castañas, higas, ojos que te miran desde todos los costados, gemas, corales, garras de tejón, virgencitas… ¿Me ha parecido ver un escapulario de la Virgen Milagrosa como el de mi abuela?

 

El pueblo buscaba una protección ante los males, ante las obras de los diablos o malos espíritus: males de ojo, enfermedades, hechicerías… Todo ello también muy vinculado con el lado “oscuro” de la dicotomía de las fuerzas del bien y el mal de la que hablábamos al principio. Este santuario, repleto de símbolos en buena medida reconocidos por todos, nos sirve de tránsito espiritual y estacional hacia la luz que se ve reflejada en todos ellos y que brilla desde el fondo.

 

Salimos del santuario y, una luz cegadora hace que entrecierre los ojos. Hemos dejado el frío atrás y está amaneciendo.

Milagritos, Ainoa Riesco. Papel gofrado, 2023.

Milagritos, Ainoa Riesco. Papel gofrado, 2023.

Fuego de cuturrús, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Fuego de cuturrús, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023. 

Ardor de botillo, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Ardor de botillo, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Fuego de cuturrús, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Fuego de cuturrús, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Milagritos, Ainoa Riesco. Papel gofrado, 2023.

Milagritos, Ainoa Riesco. Papel gofrado, 2024.

6/ El calor. Las flores. La primavera y el verano.

Se oye un cuco cantar. Ha llegado el equinoccio de la primavera. Consigo abrir los ojos. Me encuentro con un paisaje verde y floreciendo en colores. Con el clima más benigno y cálido, la naturaleza ha rejuvenecido, los pájaros cantan y los días son más largos y luminosos.

 

Cuando llega la primavera y el verano, el ser humano experimenta sensaciones distintas al otoño e invierno, lo cual le lleva a realizar diferentes comportamientos y ritos. Las fiestas y rituales de esta época del año recrean esa sensitividad, celebrando el orden natural y el regreso de la luz, que traerá el calor, las cosechas, la fertilidad de las plantas, animales y personas.

 

Así, en diferentes festividades se recrea miméticamente ese renacer de la naturaleza: en las plazas de los pueblos se pingan los mayos, se decora todo con flores y colores que se llevan a adornos y bordados de trajes, se celebra el fuego de la noche más larga del año en el equinoccio de verano o noche de San Juan. Son también, las estaciones en las que se celebran la mayoría de romerías.

 

Entra mayo con sus flores,
Sale abril con sus amores.

 

Mientras se escuchan versos que cantan a la primavera, unos “árboles andantes” se ponen en cabeza del cortejo dando vueltas y bailando al son de tambores, panderetas y gaitas.

 

Con raíces en antiguos cultos ancestrales a los espíritus de la naturaleza, que se creía que habitaban en los árboles, en Villafranca del Bierzo, pervive esta Festa do Maio, en la que se pedía por la fertilidad de la tierra y de la comunidad, a la par que se celebraba la llegada de la primavera. Cada 1 de mayo, el color verde de las cañaveiras envuelve a jóvenes y niños. Con la ayuda de cuerdas y palos, son cubiertos completamente de pies a cabeza, con la intención de que no puedan mover los brazos y que no sean reconocidos. De esta manera, parecen auténticos árboles danzantes que con pequeños pasos van andando, girando y bailando por las calles del pueblo. Piden castañas a los vecinos de los balcones, que les tiran estos frutos secos y algún caramelo. Así lo están haciendo en nuestra romería.

 

De pronto, todas estas niñas, niños y jóvenes se tiran al suelo. Se escucha de nuevo a un coro cantar en gallego:

 

Levántate maio, bastante durmiche, 
 pasou un burro e non o sentiche.
Este maio, señora é,
este maio andaba de pé.

 

Como si fuera un despertador, todos se levantan al unísono, quedándose incorporados como en el linograbado de Ainoa ¡Levántate mayo!, en el que la artista ha reflejado esta tradición, grabando con buril cada una de las hojas de las cañaveiras, rodeando la estampa en una cenefa de bordados florales.

 

Es una celebración del renacer de la naturaleza, de la bienvenida a la primavera y el adiós, o hasta luego, al invierno. De hecho, el burro de la canción popular, hace referencia al “burro del invierno”, figura que simboliza las preocupaciones invernales del pueblo y que, con esta celebración, están dejando atrás, dando paso a las flores que van adornando esta comarca por todos sus valles.

 

Y es que, en primavera y verano, para que mentirnos: “¡La vida es una fiesta!”. Así nos lo recuerda Ainoa en su linograbado con este título, en el que representa a dos mujeres ataviadas con el Traje de Vistas de la Alberca. Originalmente, este conjunto era un traje de novia, aunque ahora pueden verse en las fiestas de verano que se celebran en la Sierra de Francia. De paño de lana y estructura cónica, en la que se mezclan los tonos pardos y rosados, se cubre totalmente por collares, relicarios, medallas y amuletos de oro, plata y coral, que se derraman por todo el cuerpo femenino.

 

En el grabado de Ainoa, estos trajes de vistas con su extravagante conjunto de joyas, que puede llegar a pesar hasta 10 kilos, están rodeados de girasoles y flores. Son los mismos collares de su fotograbado Cuentas y Bollagras, donde podemos apreciar con más detalle todos los amuletos, Vírgenes, Santos y la exquisita filigrana charra.

 

Andando despacio debido a sus kilos de amuletos extras y pesados paños, estas dos albercanas se han unido a nuestra procesión. Como decía al comienzo del texto, en esta romería está invitado todo aquel que quiera unirse. Así que, se han sumado a la fiesta gente de La Alberca, Zamora, Galicia e incluso Lagartera. 

Ainoa Riesco, Cuentas y bollagras. Fotograbado.

Cuentas y bollagras, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2022.

Ainoa Riesco. Las mayas. Linograbado.

¡Levántate Mayo!, Ainoa Riesco. Linograbado, 2022. 

Ainoa Riesco. Las mayas. Linograbado.

¡Levántate Mayo!, Ainoa Riesco. Linograbado, 2022. 

Ainoa Riesco. La vida es una fiesta. Linograbado.

La vida es una fiesta, Ainoa Riesco. Linograbado, 2021. 

Ainoa Riesco, La vida es una fiesta

La vida es una fiesta, Ainoa Riesco. Linograbado, 2021. 

En este punto del camino las romeras y los romeros han empezado a avituallarse con los trajes tradicionales de sus tierras. Todo se ha llenado espontáneamente de una extravagancia creativa de color y fantasía. El traje tradicional es uno de los tesoros creativos más singulares que tenemos en España. Es una muestra del conocimiento profundo del pueblo de las técnicas artesanales convertidas en distinción y lujo, de los materiales que nos aporta la naturaleza y sus múltiples posibilidades, del simbolismo y la trascendencia del lenguaje de la moda.

 

Es habitual encontrarse en atavíos populares una mezcla de diferentes orígenes, que a veces han pervivido desde tiempos muy lejanos. Al igual que mencionábamos sobre las fiestas y los ritos, los trajes populares tampoco son un fósil de un tiempo y un lugar. Son, en cambio, un evolutivo juego de reflejos de espejos temporales y geográficos en los que la acumulación, las influencias y las pervivencias han ido modelando nuestra indumentaria tradicional hasta darle la forma que se ha cristalizado en el último siglo y ha llegado a nuestros días.

 

Resulta que es el traje festivo el que se ha conservado y que ha quedado estandarizado como “traje regional” o “típico” de cada lugar. Aquellos que se empleaban en las fiestas y en momentos especiales fueron los que se conservaron en los hogares a lo largo del tiempo como algo apreciado y valioso. Tanto la acumulación de joyas como de tejidos ricos eran la exhibición pública del patrimonio familiar del hogar.

 

Y es que resultaban ser verdaderos tesoros. Son ejemplos de unos materiales de calidad excepcional y una decoración singular y única. Aunque los trajes compartan unos códigos de confección, colocación y vestimenta y ciertos rituales y temas decorativos, cada uno de los diseños, de los motivos bordados, es absolutamente único. Son una auténtica creación artística de la mano y la aguja de la mujer que lo confeccionó.

 

Mientras pienso en esta sublimación del ingenio y creatividad que esconde la indumentaria tradicional, reparo en el volumen de las faldas, que no falda, de la mujer que camina en esos momentos por delante de mí. Observo con más atención tal complejidad de capas. Son numerosos guardapieses, cada uno de ellos con una composición geométrica o floral bordada en ellos. Bajo aún más la mirada hacia los pies. Me asombran unos zapatos y unas calcetas en rojo y plenamente decorados con puntillas y bordados de motivos vegetales de colores.

 

Es el traje de Lagartera, Toledo. Un conjunto complejo y voluminoso que, como podemos ver en el linograbado de Ainoa Potnia Theron, está confeccionado con tejidos de lana y seda, ornamentados con cintas de seda de Talavera o Valencia y bandas de encaje de bolillos en hilos metálicos (los famosos “puntos de España”). La exquisitez del bordado de Lagartera se puede apreciar en los elaborados diseños de cenefas florales y vegetales que asoman por cada uno de los guardapieses y las cintas. Ainoa lo lleva a la talla con un auténtico respeto y cuidado, representando a esta lagarterana como si de una sacerdotisa íbera se tratara. Con un cierto guiño a la Dama de Elche o de la de Baza, esta dama se nos muestra sentada delante de un gran sol, por el cual estamos rotando nuestra romería, con un pájaro posado sobre sus manos.

 

Resulta que la mujer de Lagartera de la romería llevaba también entre sus manos un pajarillo y, justo en ese momento, le ha dejado volar. Todos miramos el aleteo del pajarillo alejándose por el cielo. Tradicionalmente, el vuelo de las aves ha sido a nivel popular un vetusto símbolo de nexo simbólico entre la vida y la muerte, de la elevación de las almas a los cielos.

 

Dime ramo verde
Dónde vas a dar
Porque si te pierdes
Yo te iré a buscar.

 

El grupo zamorano que se ha unido al cortejo, rompe el silencio de la fascinación por el vuelo del pájaro y comienza a cantar romances y canciones típicas de su zona, como “Ramo verde” o “Las panaderas”:

 

Dime panaderita cómo va el trato,
la harina va subiendo y el pan barato.

 

A este verso, le dedica también Ainoa un linóleo de esta serie de indumentaria tradicional. Una joven zamorana aparece en medio de una llanura castellana recogiendo trigo. Viste el traje típico carbajalino, con su manteo, camisa, jubón, gabacha o dengue y mandil. Todo ello adornado con cintas, caídas y, sobre todo, minuciosos bordados por todos los tejidos, ya sean paños de lana o terciopelos de seda. El bordado carbajalino se atreve con todo y consigue un resultado digno de comparar con los refinados mantones de Manila. La cenefa que enmarca el horizonte de trigo, también está inspirada en estos diseños carbajalinos.

 

De hecho, el bordado es el protagonista de varios trabajos de la artista. En la pareja de linograbados Hilo y Aguja, Ainoa se inspira en el bordado tradicional. Desde la influencia árabe en la península, los bordados españoles fueron los más cotizados durante siglos. Esta tradición y maestría ha sobrevivido gracias a las bordadoras de los pueblos, quienes, inspirándose en la naturaleza, han creado todo un universo iconográfico de motivos vegetales y geométricos, que han pasado a formar parte del imaginario colectivo de cada tierra.

 

Entre tanto canto, baile y fiesta, prácticamente no me he percatado de que el cielo ya está tintado de pinceladas rojizas y bermellones por el arrebol. Está atardeciendo y estamos terminando nuestra Vuelta al Sol, y nuestra romería.

Hilo y aguja, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Hilo y aguja, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

El baile, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2023.

El baile, Ainoa Riesco. Fotograbado, 2024. 

Ainoa Riesco, Potnia Theron. Linograbado, 2023.

Potnia Theron, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Ainoa Riesco, Potnia Theron. Linograbado, 2023.

Potnia Theron, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Ainoa Riesco, Dime Panaderita. Linograbado.

Dime panaderita, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Ainoa Riesco, Dime Panaderita. Linograbado.

Dime panaderita, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

7/ Fin de la romería

Y después de haber cantado
a la Patrona del Bierzo,
le voy a pedir que llueva,
que se secan los pimientos.

 

Retomando la canción de “A Ponferrada me voy”, estamos cerrando nuestra romería. Ainoa se ha puesto su traje de berciana. Lleva un manteo de paño de lana, mandil, con camisa, justillo de terciopelo y un precioso dengue bordado sobre los hombros. Se ha puesto también la mantilla negra que le hizo su abuela Kika para las fiestas de la Virgen de la Encina.

 

De hecho, en este linóleo final Que se secan los pimientos, las dos mujeres representadas podrían ser perfectamente Ainoa y su hermana, preparadas para llevar en romería a la Virgen de la Encina, patrona del Bierzo. Están refugiadas bajo un árbol de encina y el esqueleto de la vieja industria leonesa, llevando una cesta de ofrendas para la virgen. Todo el grabado representa el pasado, el presente y el futuro de esta comarca del noroeste español. Una metáfora sobre el tiempo, sobre la unión de estos tres estados temporales y de las diferentes generaciones en la tradición.

 

En todo su trabajo y, en concreto, en esta exposición que presentamos, Ainoa ha evocado recuerdos, emociones y saberes en su exploración de la memoria, de la tradición, para reinterpretarla, recuperarla y compartirla. Ha explorado los diferentes ritos festivos de su tierra y de otros lares, para mostrar cómo estos son una parte esencial y cautivadora de nuestra cultura e identidad. Ha llevado a la talla de la gubia la magia del traje tradicional, con su excepcional microcosmos de fantasía, que nace de unas pasadas de hilo de modestas agujas íntimas y familiares. Ha peregrinado por las diferentes estaciones, invitándonos a conectar con el mundo en el que habitamos.

 

Ainoa se detiene ante una encina. Todos callamos. Seria, con mucho respeto, nos da las gracias por participar en su vuelta al sol y, nos recuerda que: “sin duda, lo que se mantiene vivo, sobrevive al olvido”. La verdad es que saber y recordar que estás haciendo lo mismo que hacía tu abuela y tu tatarabuela, de alguna manera, calienta y reconforta el alma.

 

Celebrar algo es fijarlo en la memoria. Compartirlo implica que ese recuerdo va a ser algo común, que va a perdurar y dibujar diferentes caminos. Con esta exposición, Ainoa lo ha celebrado y compartido de manera íntima, creativa y dulce, tal como es ella.

 

Y, para concluir, que no se nos olvide, que en este ruego para que no se sequen los pimientos, estamos pidiendo a la Aquiana y a la Virgen de la Encina varias cosas:

 

Que, en nuestra próxima vuelta al sol,
podamos pelar y asar pimientos,
que mantengamos viva la tradición,
para celebrar y compartir más fiestas y momentos,
contar más historias y alegorías
y, por supuesto, comenzar una nueva romería.

Que se secan los pimientos, Ainoa Riesco. Linograbado, 2022.

Que se secan, Ainoa Riesco. Linograbado, 2023.

Una vuelta al sol, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2023.

Una vuelta al sol, Ainoa Riesco. Dibujo a grafito, 2023.

Bibliografía

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Brisset Martí, D.E. (2009), La rebeldía festiva. Historias de fiestas ibéricas, Madrid: Luces de Gálibo.
Caro Baroja, J. (1965), El Carnaval, (Análisis histórico-cultural), Madrid: Taurus; (1979), La estación de amor (Fiestas populares de mayo a San Juan), Madrid: Taurus; (1984), El estío festivo: (fiestas populares del verano), Madrid: Taurus.
Campo Tejedor, A. (2006), «El verano contra el invierno. Mimesis y subversión ritual en la religiosidad popular», Zainak. Cuadernos de Antropología-Etnografía, Nº 28, pp. 55-83.
Fernández y Morales, A. (1861), Ensayos poéticos en dialecto berciano, León: Establecimiento tipográfico de la Viuda é Hijos de Miñón.
Frazer, J. G. (2001): Religión, Madrid: Fondo de Cultura La Rama Dorada. Magia y Economía.
VV.AA. (2018): Iconos de estilo. Una mirada a la indumentaria tradicional, catálogo de la exposición celebrada en el Museo del Traje de Madrid, del 15 de marzo al 3 de junio de 2018.

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