Historia del grabado: orígenes y evolución de la obra gráfica

Este artículo recoge la historia del grabado y de la estampación artística, desde sus orígenes en la antigua Mesopotamia, pasando por la invención del papel en China, el desarrollo de la xilografía en Japón o la explosión del huecograbado en Europa, hasta llegar a nuestros días, donde nuevas técnicas como la litografía, la serigrafía o el grabado digital han tomado el relevo. Por tanto, el contenido de Historia del grabado: orígenes y evolución de la obra gráfica aborda la historia del grabado como disciplina artística desde una perspectiva global, ofreciendo un amplio recorrido histórico por las distintas técnicas de grabado que han ido surgiendo en respuesta, muchas veces, a las necesidades propias de cada época.

 

De este modo, Historia del grabado: orígenes y evolución de la obra gráfica propone un viaje en el tiempo alrededor del mundo, partiendo de la Prehistoria, cuando las primeras sociedades humanas utilizaron la técnica del estarcido para decorar las paredes de las cuevas; deteniéndose, después, en el período de las antiguas civilizaciones, cuando se popularizó la impresión de matrices sobre arcilla fresca; en la China y el Japón imperiales, que fueron el escenario en el que la xilografía se desarrolló hasta alcanzar la maestría;  en la Europa medieval y renacentista, donde el grabado en metal sustituyó a la xilografía de la mano de grandes artistas como Durero o Rembrandt; en la centuria decimonónica, protagonizada por la magnífica obra gráfica de Francisco de Goya y Gustavo Doré, así como por la irrupción de la litografía, que vendría a revolucionar el ámbito de la impresión; y finalizando en el siglo XX, cuyo inusitado desarrollo tecnológico e industrial ha traído nuevos materiales y técnicas que han transformado para siempre el mundo del grabado y de la estampación artística.

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1/Introducción

Si realizamos una búsqueda rápida acerca de los orígenes del grabado en Internet, nos toparemos con un buen puñado de autores que ubican el nacimiento de esta técnica artística en los albores de la Prehistoria. Esto se debe a una identificación superficial del grabado con la mera acción de inscribir o tallar sobre la superficie de cualquier material. De este modo, célebres hallazgos como los caparazones marinos cincelados por los pueblos de la remota Java hace más de 500000 años o los incontables petroglifos que adornan canchales de medio mundo, como los de Mogor en la provincia de Pontevedra, constituirían un buen ejemplo de estos primeros grabados realizados por el ser humano. Sin embargo, dichas manifestaciones artísticas no fueron pensadas para ser trasladadas a otros soportes mediante procesos de estampación.

 

No será hasta el desarrollo de las primeras civilizaciones cuando surja la necesidad de imprimir una matriz tallada sobre otro material con la intención de reproducir una misma imagen repetidas veces. Por tanto, el origen del grabado, entendido como una disciplina artística que implica la creación de una matriz y su posterior impresión mediante distintos procesos de estampado, se sitúa en el seno de la cultura sumeria hacia el año 4000 a.C. No obstante, en lo que respecta al nacimiento de la obra gráfica como tal, habrá que esperar hasta el año 100 de nuestra era, momento en el que se descubre la fabricación del papel en China, lo que permitirá un desarrollo inusitado del arte sobre papel. 

Caparazón de Pseudodon DUB1006-fL de Trinil, h. 450000 a.C., Java.

Petroglifos de Mogor, III milenio a.C., Pontevedra. 

2/Los sellos cilíndricos en Mesopotamia

El primer antecedente del grabado se halla en el corazón de la Antigua Mesopotamia, región del Oriente Próximo ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates, a mediados del IV milenio a.C.: los sellos cilíndricos mesopotámicos. Estos sellos tenían el aspecto de pequeños cilindros de piedra cuya superficie estaba tallada con caracteres cuneiformes o figuras simbólicas que indicaban la identidad de su dueño, quien lo solía llevar colgado al cuello. A modo de rodillo, los sellos cilíndricos se imprimían sobre arcilla fresca, dando lugar a un pequeño friso que tenía como función atestiguar la firma de documentos oficiales.

 

Por tanto, el nacimiento de los sellos cilíndricos mesopotámicos está íntimamente ligado al origen de la civilización y al desarrollo de la escritura. La necesidad de sistematizar procesos administrativos y burocráticos dentro de una ordenación social y económica cada vez más compleja derivó en el uso de sellos cilíndricos para marcar todo tipo de objetos de forma rápida y eficaz. Por ejemplo, cabe destacar, entre sus muchos usos, el sellado en serie de tinajas de barro para, así, contabilizar, identificar y fechar la producción de mercancías. Asimismo, también fueron empleados para facilitar el registro de bienes adquiridos mediante intercambios comerciales, o para firmar las preciadas tablillas realizadas meticulosamente por los escribas.

 

Si bien los sellos cilíndricos mesopotámicos nacieron con una intencionalidad pragmática, terminaron por convertirse en verdaderas piezas artísticas que indicaban, además de la identidad, la posición social de su poseedor. De este modo, con el paso de los siglos, aquellos ciudadanos pertenecientes a las clases más altas comenzaron a encargar sellos cilíndricos realizados a partir de piedras y metales preciosos, como el oro o el lapislázuli. Su uso se generalizó por todo el Creciente Fértil, extendiéndose, principalmente, a Egipto, Oriente Próximo y a las islas del Mar Egeo, donde, al abrigo de la civilización minoica, los sellos cilíndricos vieron un desarrollo estilístico sin precedentes.

 

Al mismo tiempo, los sellos cilíndricos también fueron empleados al otro lado del Atlántico. Los pueblos prehispánicos produjeron sus propios sellos atendiendo a los rasgos y necesidades particulares del contexto americano, si bien sus usos fueron similares a los vistos en las culturas orientales. El desarrollo de los sellos cilíndricos en dos puntos del planeta tan alejados y desconectados entre sí pone de relieve la relación intrínseca del ser humano con la necesidad de producir múltiples copias de algo por los claros beneficios que implica tanto para el avance social como para la difusión del conocimiento.

Sello cilíndrico mesopotámico, III milenio a.C. Museos Vaticanos, Roma (Italia).

Sello cilíndrico mesopotámico, 3100 a.C. Museo del Louvre, París (Francia). 

Sello minoico, h. 1700 a.C. Museo Estatal de Baden, Karlsruhe (Alemania).

Sello cilíndrico mesoamericano, h. 1500 a.C. Museo Amparo, Puebla (México).

3/El origen del grabado en China

El origen del grabado en China está estrechamente ligado al descubrimiento del papel en el país asiático y su fabricación a partir de pasta de celulosa, material que no sólo le confirió una flexibilidad y resistencia idóneas para la reproducción de imágenes talladas en madera, sino que abarató los costes de producción respecto a las materias primas usadas con anterioridad, como la seda o la caña de bambú. Todo ello, sumado a una mayor rapidez a la hora de fabricarlo y estamparlo, contribuyó enormemente al desarrollo del libro en Oriente y, en consecuencia, de la xilografía y la obra de arte gráfica. De este modo, el descubrimiento del papel resultó fundamental para la difusión del conocimiento gracias a que posibilitó la elaboración en masa de textos iluminados y estampas artísticas.

 

Las fuentes históricas atribuyen la invención del papel a Ts’ai Lun (h. 50 – 121 d.C.), un dignatario de la corte imperial china de la Dinastía Han, que hacia el año 105 de nuestra era empezó a producir hojas de papel empleando retales de tela usada, corteza de árbol y redes de pesca, inspirándose en el antiguo “papel por residuos de algodón”, el cual había sido tradicionalmente elaborado por los campesinos de plantaciones algodoneras a partir de los restos de fibras vegetales que este material dejaba tras su lavado durante el proceso de fabricación de textiles. Al mismo tiempo, Ts’ai Lun investigó cómo implementar la impermeabilización del papel para protegerlo del ataque de hongos y parásitos. De este modo, introdujo el encolado a base de almidón de arroz, lo que no sólo proporcionó una mejor conservación, sino que le confirió un nuevo aspecto satinado, dando lugar a un papel muy similar al que se utiliza hoy en día. 

Ilustración que muestra el proceso artesanal de fabricación del papel en China.

La xilografía debió desarrollarse en paralelo al descubrimiento del papel, por un lado, y, por otro, a la difusión del budismo por todo el país asiático, factor que elevó la demanda de producción en masa de estampas religiosas. La xilografía, vocablo que procede del griego xylón, “madera”, y grafé, “escribir”, es una técnica de impresión basada en la talla en relieve de una plancha de madera con los textos o imágenes que, posteriormente, son estampados con tinta sobre el papel un número ilimitado de veces por medio de una prensa. El artista grabador, valiéndose de afiladas gubias de metal, rebaja aquellas zonas que han de permanecer en blanco, dejando en la superficie de la madera los trazados, perfiles y masas de color que, una vez terminada la matriz, habrán de recibir la tinta. 

 

De este modo, nos encontramos ante un antecedente directo de la imprenta, método que vendría a revolucionar para siempre el panorama cultural a nivel global desde su implantación en el siglo XVI. Es más, ya en el siglo II se tiene constancia de la existencia de tipos móviles tallados en madera dentro de la cultura china. Sin embargo, este método no tuvo demasiado alcance debido al gran número de caracteres que conforman su lengua, lo que implicaba una tarea inconmensurable. Por tanto, la xilografía en China se destinó a la producción de libros eminentemente pictóricos de carácter religioso que apenas superaban el medio centenar de páginas. El libro impreso más antiguo que se conserva data del año 868: el Sutra del diamante. Se trata de un texto religioso descubierto por el arqueólogo británico Sir Ariel Stein a comienzos del siglo XX en las llamadas Cuevas de los Mil Budas y que, en la actualidad, permanece bajo custodia de la British Library en Londres. 

Sutra del diamante, 868 d.C. British Library, Londres. 

4/El desarrollo del grabado en Japón

Durante los primeros siglos del I milenio d.C. era costumbre que los monjes budistas viajaran desde China hacia otros países orientales para difundir las enseñanzas de Buda. Es así como los investigadores piensan que, en torno al 400, el papel llegó a Japón, donde se lograría un enorme refinamiento en lo que respecta a su fabricación gracias a la introducción de nuevas fibras vegetales como la pasta de morera o kozo, de mitsumata, o de gampi. Es más, la fabricación del papel en Japón llegaría a convertirse en todo un arte, llegando el papel japonés, o washi, a ser declarado por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2014.

 

Del mismo modo, la estampación con tacos de madera o xilografía llegó a Japón con los monjes budistas procedentes de China, quienes se llevaron consigo al país nipón sutras religiosos impresos con exuberantes imágenes de Buda. La colección de xilografías japonesas más antiguas que se conserva data del siglo VIII. Se trata de un centenar de pequeños rollos estampados con textos budistas que la emperatriz Shotoku Tenno (718-770) encargó y repartió por todo el país a modo de ofrenda. Durante los siglos siguientes, la temática religiosa continuó siendo imperante. No obstante, se irían introduciendo, paulatinamente, imágenes costumbristas en las que se retrataba la vida cotidiana de los japoneses.

 

No será hasta el siglo XVIII cuando la xilografía japonesa, o moku-hanga, alcance su máxima expresión en las estampas conocidas como Ukiyo-e, o imágenes del mundo flotante. Los primeros Ukiyo-e eran imágenes a una tinta, muchas veces coloreadas a mano, que se producían de forma masiva para ser repartidas a modo de folletos entre los habitantes de las principales ciudades japonesas. Esto es porque el Ukiyo-e nació vinculado a la cultura popular urbana, dentro de la que el kabuki, o teatro popular japonés, era el gran protagonista. De este modo, todo Japón se llenó de estampas con retratos de actores de kabuki, pero también de bellas imágenes de paisajes, pasajes históricos y personajes femeninos.

Toyohara Kunichika Ukiyo-e Grabado japonés

Utagawa Kunisada, Retrato del actor Ytani Tomomatsu. Ukiyo-e. Primera mitad del siglo XIX, Japón. 

Toyohara KuUtagawa Kunisada Ukiyo-e Grabado japonés

Toyohara Kunichika, Retrato del actor Nakamura Shiba. Ukiyo-e. Primera mitad del siglo XIX, Japón. 

Gracias a la gran popularidad adquirida por estas estampas xilográficas entre la población, proliferaron por todo el país talleres dedicados a este arte. Dentro de sus paredes, entre gubias, papeles y tintas, se formaron los grandes maestros japoneses del Ukiyo-e que, con su impresionante obra gráfica, consiguieron encumbrar el grabado japonés al cielo de las Bellas Artes.

 

El primero de ellos fue Hishikawa Moronubu (1618 – 1694), quien, tradicionalmente, ha sido considerado el fundador de la escuela Ukiyo-e y el precursor de las famosas xilografías a color, típicas de este estilo, a partir de la superposición de múltiples planchas o matrices. Ejemplo por excelencia de esta técnica de estampación es la célebre Gran ola de Kanagawa (1830) realizada por, tal vez, el más reconocido de todos los artistas de Ukiyo-e: Katsushika Hokusai (1760 – 1849).

Hishikawa Moronobu, Pareja joven. Ukiyo-e. Hacia 1680, Japón. 

Gran Ola de Kanagawa Grabado japonés Ukiyo-e

Katsushika Hokusai, Gran Ola de Kanagawa. Ukiyo-e. 1830, Japón. 

Los grabados japoneses Ukiyo-e llegaron a Europa a mediados del XIX, causando verdadero furor, especialmente, entre los pintores impresionistas. Muchas veces se descubrieron de forma casual, ya que en Japón existía la costumbre de envolver paquetes con estas estampas. Pero también, en el año 1867 se organizó en París una gran exposición compuesta por una vasta colección de grabado japonés, de modo que importantes artistas del momento, como Toulouse Lautrec, Paul Gauguin, Mary Cassatt o Vincent Van Gogh, fueron testigos de este, para ellos, exótico arte gráfico. Sea como fuere, es indiscutible que la influencia del arte japonés y del Ukiyo-e supuso un antes y un después para el devenir del arte occidental, dando impulso a la introducción de nuevas formas plásticas que desembocarían en los movimientos de vanguardia del siglo XX.

Vincent Van Gogh Cerezo en flor Sakura

Vincent Van Gogh, Flor de almendro. 1890, Francia.

Vincent Van Gogh La Cortesana Japonismo

Vincent Van Gogh, La cortesana. 1887, Francia.

5/La xilografía en Europa

La fabricación del papel y sus misterios pasaron de Oriente a Occidente hacia el año 751, cuando los árabes invadieron parte del territorio chino. Así, el pueblo árabe no sólo adoptó el papel dentro de su cultura, sino que lo extendió por todo su Imperio, desde los confines del Medio Oriente hasta la lejana España, a través de la antigua ruta de la seda. Los árabes, además, introdujeron grandes avances técnicos en el método de fabricación del papel, como el empleo de la energía hidráulica, el blanqueamiento mediante cal, el encolado con goma arábiga y el uso de nuevas fibras como el lino o el cáñamo.

 

Las primeras imágenes xilográficas producidas en Europa fueron, principalmente, tejidos estampados e imágenes religiosas. Aunque no sería hasta el siglo XV, momento en el que desarrolló en el continente un método que permitió la fabricación de papel a gran escala, cuando la xilografía despegó como medio para la reproducción en masa de imágenes. De este modo, el establecimiento de una serie de molinos de papel en varias zonas de Alemania, Francia e Italia trajo consigo la generalización de la estampa xilográfica sobre este material. Los primeros trabajos de estampación en relieve se destinaron a la producción de naipes, juego muy popular en toda Europa, y a la elaboración de sencillas estampas devocionales. Sin embargo, el incremento paulatino de la calidad del papel fabricado en los talleres europeos y la irrupción de la imprenta de Gutenberg a mediados del siglo XV hicieron que la xilografía se alzase como medio por excelencia para la transmisión del conocimiento y de la cultura europea, fundamentalmente, a través del libro. Por tanto, el desarrollo del grabado occidental está indisolublemente ligado al descubrimiento de la imprenta y al universo del libro impreso.

baraja de vichy naipes xilografía

Baraja de Vichy. Xilografía, siglo XIV, Europa.

Ars Moriendi (detalle). Xilografía, siglo XV, Europa.

El primer trabajo íntegro de impresión xilográfica, para el que se emplearon tipos móviles y letras iniciales talladas en madera, nació en el taller de Johannes Gutenberg, en Maguncia, en el año 1457: el Salterio de Maguncia (si bien la Biblia de Gutenberg fue impresa en 1455, fue rubricada e iluminada a mano). Este salterio resulta de gran importancia para la historia de la edición, tanto gráfica como literaria, ya que se trata del primer libro impreso en cuyo interior figura el año y el lugar de su impresión. Además, fue la primera obra literaria que pasó directamente de las manos del impresor al taller del encuadernador, desapareciendo, de este modo, la figura intermediaria del iluminador, quien, hasta entonces, se había encargado de ilustrar y decorar las páginas de los  libros.

 

También cabe destacar la llamada Biblia Pauperum, o biblia de los pobres, una colección de xilografías muy popular a finales de la Edad Media que contenía escenas de la vida de Cristo intercaladas con imágenes del Antiguo Testamento. Esta biblia, que se adelantó una década a la edición de la famosa Biblia de Gutenberg (h. 1455), debe su particular nombre a la voluntad didáctica con la que fue concebida. Y es que el objetivo de esta biblia ilustrada era hacer llegar las enseñanzas bíblicas a la gran masa de fieles analfabetos que no sólo carecía de la capacidad lectora, sino que tampoco tenía acceso a los escasos ejemplares cuidadosamente miniados que permanecían custodiados en las bibliotecas de los monasterios. No obstante, la enorme evolución de los métodos de impresión, junto con el desarrollo del grabado en metal, pronto permitieron la publicación completa de los textos bíblicos embellecidos con elocuentes imágenes calcográficas, lo que hizo que la Biblia Pauperum cayera en desuso. Actualmente, se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de España

Salterio de Maguncia Gutemberg Historia del Grabado Xilografía

Salterio de Maguncia (detalle). 1457, Alemania. 

Biblia Pauperum Xilografía Historia del Grabado

Biblia Pauperum (detalle). H. 1445, Alemania. 

Será a finales del siglo XVI cuando la estampa xilográfica se desligue tanto del libro como del soporte textil, independizándose por sí misma como una nueva modalidad artística. Si bien en Asia se impuso la estampa a todo color mediante la superposición de varias matrices de madera -véase El desarrollo del grabado en Japón-, en Europa siempre predominó el grabado en blanco y negro. Así, la xilografía como arte gráfico fue ganando popularidad, sobre todo, entre los habitantes de Alemania y Países Bajos, países ambos de larga tradición miniaturista, donde los grandes pintores de la época, con Alberto Durero (1494-1528) a la cabeza, desarrollarían de forma inusitada la estética del grabado en relieve.

Alberto Durero Rhinoceron 1515 Grabado

Rhinocerus (detalle), Alberto Durero 1515, Alemania. 

Durero Jinetes del Apocalipsis Grabado

Los cuatro jinetes del Apocalipsis (detalle), Alberto Durero. 1498, Alemania. 

Con la irrupción de la calcografía, la xilografía quedó en un segundo plano, hasta que a finales del XIX la llegada a Europa de la estampa japonesa y el Ukiyo-e trajeron consigo el despertar de una nueva edad dorada para el grabado en relieve. El nacimiento de los movimientos de vanguardia -en especial, el expresionismo alemán– y su gusto por lo primitivo, resultaron el campo de cultivo perfecto para el resurgir de esta técnica. Y es que, a principios del siglo XX, artistas como Emil Nolde, Ernst Kirchner -ambos miembros del grupo El Puente-, Edvard Munch o Käthe Kollwitz, vieron en la xilografía el medio ideal para desarrollar su lenguaje artístico. De este modo, las vetas de la madera, la expresividad del surco abierto por la gubia, y la fuerza del negro sobre el fondo se convirtieron en las señas de identidad por excelencia de una larga lista de artistas que mantuvieron viva la estampa xilográfica en Europa.

Emil Nolde Xilografía

Hombre y mujer (detalle), Emil Nolde. 1912, Alemania. 

El pueblo, Käthe Kollwitz. 1921, Alemania. 

Asimismo, en el continente americano, principalmente en los países del centro y del sur, la xilografía también experimentó un importante renacimiento debido a su vinculación con los movimientos de reivindicación popular y de crítica sociopolítica surgidos en el siglo XIX, motivados por su recién adquirida independencia de las antiguas potencias colonizadoras. Así, muchos artistas centroamericanos y sudamericanos emplearon la xilografía como vehículo para expresar y compartir tanto ideales políticos y sociales como imágenes del folklore popular, de los que, tal vez, el más destacado sea el mexicano José Guadalupe Posada(1852-1913).

Xilografía Lira popular chilena

Lira popular chilena (detalle). Siglo XIX, Chile. 

José Guadalupe Posada Calavera Oaxaqueña

Calavera Oaxaqueña (detalle). José Guadalupe Posada. 1903, México. 

6/La irrupción del grabado en metal

El grabado en metal, también denominado grabado en hueco, huecograbado o talla dulce, nació en Europa hacia el año 1460. La cada vez mayor demanda de imágenes religiosas y textos impresos, ligada a la baja calidad y tosquedad de las estampas xilográficas y a su rápido desgaste durante los procesos de estampación, condujo tanto a artistas como a editores a la búsqueda de nuevos métodos de impresión capaces de cubrir dichas necesidades. De este modo, la llegada del grabado en metal a Europa supuso no sólo la introducción de materiales de mayor durabilidad y resistencia dentro de la industria editorial, sino también la irrupción de todo un nuevo lenguaje visual que cambiaría, para siempre, el rumbo del arte occidental. Y es que el grabado en metal fue uno de los motores de expansión y afianzamiento del Renacimiento. La reproducción en serie de imágenes en buena calidad y con todo lujo de detalles permitió, por primera vez en la historia de la humanidad, la difusión de las grandes obras de arte por todo el mundo, de modo que artistas y teóricos de las más variadas disciplinas tenían todo el conocimiento a su alcance sin necesidad de desplazarse de su ciudad. 

 

Giorgio Vasari (1511-1574), célebre arquitecto, pintor y biógrafo de artistas italiano, atribuye el descubrimiento del grabado en hueco al florentino Maso Finiguerra (1426-1464), un reputado orfebre y nielador quien, para obtener calcos fieles de los dibujos que trazaba a buril sobre el metal, entintaba las incisiones de sus piezas y las estampaba sobre papel humedecido mediante presión. Así, la técnica del grabado a buril, generalmente sobre cobre, fue la primera en ser empleada por los artistas europeos del Renacimiento, de los que cabe destacar a Martin Schongauer (1448-1491), un pintor alemán enmarcado dentro del estilo gótico flamenco, precursor del que vendría a ser el más grande grabador alemán de su tiempo: Alberto Durero. 

Maso Finiguerra, Coronación de la Virgen, Grabado en metal

La coronación de la Virgen, Maso Finiguerra. 1451, Italia.  

Martin Schongauer, La tentación de San Antonio, grabado en metal

La tentación de San Antonio (detalle), Martin Schongauer. 1475, Alemania.   

Alberto Durero (1471-1528) es, sin duda, el artista más famoso del Renacimiento alemán. Su trabajo ha influido de manera decisiva en el arte occidental, precisamente, gracias a la circulación masiva de sus grabados por todo el continente. En esos años, la enorme repercusión de la imprenta en el país centroeuropeo hizo que Alemania se convirtiera en el centro por excelencia de producción de libros, lo que contribuyó a la profesionalización de muchos artistas como grabadores para la ilustración de sus páginas. Uno de esos artistas fue Durero, quien trabajó como ilustrador de publicaciones en varios talleres de Núremberg, Basilea y Estrasburgo. No obstante, la obra gráfica de Durero no permaneció, ni mucho menos, vinculada exclusivamente al mundo editorial. Durero, junto con Rembrandt y Francisco de Goya, supone uno de los pocos casos de artistas europeos que desarrollaron con igual dedicación pinturas y grabados. Es más, la producción gráfica de Durero supera con creces su producción pictórica. De los cerca de 450 grabados que actualmente se conservan, más de la mitad son xilografías, constituyendo apenas un centenar de ellos su producción de grabado en metal. De estos, la mayoría están realizados mediante la técnica del buril, también llamada talla dulce, conservándose únicamente tres grabados a punta seca y seis aguafuertes.

Alberto Durero, San Jerónimo en su estudio. Grabado a buril. 1514.

San Jerónimo en su estudio, Alberto Durero. 1514, Alemania.  

Alberto Durero, Melancolía I. Grabado a buril. 1514.

Melancolía I (detalle), Alberto Durero. 1514, Alemania.   

Precisamente, el grabado al aguafuerte surgió como una alternativa al buril más rápida y menos laboriosa. La facilidad con la que se dibujaba sobre una plancha barnizada y las posibilidades plásticas que proporcionaba la mordida de la misma en ácido, hicieron que el aguafuerte se expandiera por todo el continente y, con el tiempo, se impusiera al resto de modalidades de grabado en metal. Sin embargo, cabe recordar que, si bien es cierto que su uso como método de impresión no surgió hasta el siglo XVI, este procedimiento ya era empleado con anterioridad por joyeros, herreros y plateros. Por tanto, al igual que sucedió con el grabado a buril, el desarrollo del aguafuerte como proceso de huecograbado también nació de la mano de los artesanos del metal.

 

Los primeros ejemplares de planchas mordidas que se conservan se han atribuido a un artista alemán formado en la decoración de armaduras: Daniel Hopfer (1470-1536). Asimismo, son de obligada mención los nombres de otros artistas que, al igual que Hopfer, fueron pioneros en el uso del aguafuerte: Urs Graf (1485-1528) y Andrea Mantegna (1431-1506). Sin embargo, el grabado al aguafuerte no se popularizó en Europa hasta el siglo XVII, cuando los avances en química y la introducción de nuevos ácidos y metales hicieron más accesible su práctica fuera de los talleres de orfebrería. De este modo, muchos artistas adoptaron esta nueva técnica dentro de su trabajo artístico. Este fue el caso de uno de los más destacados artistas de su tiempo, quien, al igual que Durero, desarrolló el arte del grabado en metal con igualdad respecto a su producción pictórica: Rembrandt van Rijn (1606-1669).

Decoración vegetal, Daniel Hopfer. Ca. 1500, Alemania.  

Urs Graf La despedida, Grabado al aguafuerte.

La despedida (detalle), Urs Graf. 1513, Alemania.   

Rembrandt, a quien también se conoce con el sobrenombre de maestro del claroscuro, creó imágenes al aguafuerte, combinadas muchas veces con buril y punta seca, de extraordinaria factura, sobresaliendo por el magistral juego de luces que pocos grabadores han conseguido trasladar a sus estampas. De su extensa producción en grabado -se conservan alrededor de 300 matrices- cabe destacar su faceta como retratista. Y es que, en la Holanda del siglo XVII, el retrato fue uno de los campos más lucrativos para los artistas, ya que se popularizó entre la clase burguesa la costumbre de hacerse retratar por los más prestigiosos pintores de la época.  

Rembrandt Van Rijn Retrato de la madre del artista

Retrato de la madre del artista, Rembrandt. 1631, Holanda.  

Rembrandt, Fausto en su estudio. Grabado en metal. 1650.

Fausto en su estudio (detalle), Rembrandt. 1652, Holanda.   

El deseo de ampliar la gama tonal de las mordidas en ácido en la búsqueda de nuevos fines expresivos derivó en la invención del aguatinta. Fue Jan van de Velde II (1593-1641), un afamado grabador alemán cuyos paisajes influyeron notablemente en la obra de Rembrandt, quien desarrolló un proceso de grabado que permitió crear imágenes tonales en lugar de lineales. No obstante, Jan van de Velde II nunca quiso compartir la receta de esta novedosa técnica, así que hubo que esperar hasta el siglo XVIII para que el artista británico Paul Sandby (1731-1809) la popularizara. Es más, fue él quien bautizó a este procedimiento de grabado en metal con el nombre de aguatinta, debido a su enorme parecido con las aguadas de la acuarela.

 

A lo largo del XVIII fueron muchos los artistas que emplearon el grabado y la impresión para difundir su particular ideario con imágenes que aludían a cuestiones morales, sociales y políticas. Dentro de esta vertiente, destaca el británico William Hogarth (1697-1764), cuyas estampas fueron pioneras en poner de relieve el poder crítico del arte en un mundo cada vez más global. Pero fue Francisco de Goya (1746-1828) quien llevó el grabado con tintes sociales a su máxima expresión. Las series Los caprichos (1796-1797) y Los desastres de la guerra (1810-1820) suponen un valioso documento gráfico que vino a denunciar toda una serie de problemáticas incrustadas en el seno de la sociedad española como la guerra, la religión, la superstición o el deficiente sistema educativo que mantenía a la población en la más triste ignorancia.

Capricho 13 (Están calientes) (detalle), Francisco de Goya. 1796, España.  

Capricho 37 (Si sabrá más el discípulo) (detalle), Francisco de Goya. 1797, España.   

De este modo, el grabado sobre plancha de metal, gracias a su potencialidad como difusor en masa de ideas, temas e imágenes, fue un procedimiento fundamental para la democratización del conocimiento y, por tanto, para el desarrollo de Europa desde mediados del siglo XVI hasta comienzos del siglo XIX, cuando sería desplazado por un nuevo método de estampación: la litografía. No obstante, hubo un buen puñado de artistas que mantuvieron vivo el grabado en metal, como, por ejemplo, el francés Honoré Daumier (1808-1879), quien llenó la prensa francesa de satíricas ilustraciones al aguafuerte, o el genial Gustave Doré (1832-1883), considerado el más grande ilustrador decimonónico gracias a sus grabados sobre la vida de Don Quijote de la Mancha, los cuentos de Perrault, o la Divina Comedia de Dante. 

Honoré Daumier. Gargantúa. Grabado

Gargantúa (detalle), Honoré Daumier. 1831, Francia.  

Gustave Doré. Don Quijote. Ilustración. Grabado.

Don Quijote de la Mancha (detalle), Gustave Doré. 1863, Francia.   

7/La litografía

La litografía es una técnica de estampación que utiliza como matriz generativa la superficie plana de una piedra calcárea porosa. El procedimiento consiste en realizar un dibujo sobre dicha piedra con un lápiz o carbón graso. Seguidamente, la superficie total de la piedra es bañada con agua para que, al pasar después un rodillo con tinta calcográfica sobre ella, esta tinta se adhiera a las partes grasas del dibujo y sea repelida de las zonas impregnadas con agua. De este modo, la litografía, más que una técnica de grabado, es una técnica de estampación, ya que el artista no realiza el gesto de grabar, propiamente dicho, sobre la matriz; únicamente dibuja o pinta sobre ella. Por tanto, será con la litografía cuando el término grabado mude su significado hacia lo que hoy conocemos como sistemas de estampación, en los que también se incluirá la serigrafía, designando así a cualquier imagen recogida sobre un soporte o matriz que permita su reproducción.

 

La mayoría de los investigadores atribuyen el descubrimiento de la litografía al músico y dramaturgo alemán Alois Senefelder (1771-1834) en 1798. Cuenta la voz popular que Senefelder dio con la litografía de forma casual, ya que solía hacer experimentos con distintas técnicas de impresión para editar sus obras de teatro. Se dice que, un buen día, Alois apuntó una lista de prendas que había de llevar a la lavandería sobre una piedra caliza con un pincel mojado en un barniz casero que solía emplear para sus experimentos de grabado. La sorpresa vino cuando, empleando esa misma piedra como soporte para grabados en relieve, observó que, al lavarla con agua, la tinta permanecía intacta sobre las letras de aquella lista que había apuntado rápidamente con un barniz, mientras que, por la acción del agua, era repelida del resto de la superficie de la piedra. Y así fue como nació la litografía. Senefelder la patentó y difundió por todo el continente europeo. Pero sería en la capital francesa donde la litografía gozaría de un desarrollo sin precedentes.

 

La plasticidad del claroscuro, la vibrante paleta de colores y la espontaneidad en el proceso de trabajo que distinguen a la litografía de otras técnicas de estampación, cautivaron a la mayoría de artistas que habitaron el París decimonónico, como Toulouse-Lautrec (1864-1901), Alphonse Mucha (1860-1939) o Jules Chéret (1836-1932). Y es que estos artistas supieron aprovechar al máximo las ventajas que la litografía ofrecía para reproducir en serie sus obras de arte sin perder las cualidades plásticas que definían sus lenguajes, lo cual fue explotado por importantes marcas comerciales para sus campañas publicitarias. De este modo, la litografía trajo una verdadera revolución al ámbito del espacio público, ya que uno podía toparse en cualquier esquina con espectaculares carteles firmados por los más populares artistas de su tiempo. Este matrimonio del arte visual con la publicidad introdujo, además, una innovación en el desarrollo de nuevas tipografías y su incorporación dentro de la imagen como un elemento plástico más.

Toulouse Lautrec. Litografía. Cartel Moulin Rouge. Historia del grabado.

La Gouloue en el Moulin Rouge (detalle), Henri de Toulouse-Lautrec. 1891, Francia.  

Job (detalle), Alphonse Mucha. 1898, Francia.   

8/El grabado a partir del siglo XX

El desarrollo de la fotografía y de los procesos fotomecánicos desplazaría para siempre a todos los métodos de grabado, tanto en lo que se refiere al ámbito de la ilustración como en lo que respecta al reportaje de las actividades de la vida cotidiana. De este modo, con la llegada de la nueva centuria, el grabado quedaría circunscrito, casi por completo, al universo de las artes plásticas. No obstante, si bien el grabado perdió su hegemonía como medio por excelencia para la reproducción de imágenes en masa, se benefició de los nuevos avances tecnológicos que vinieron a cambiar nuestro modo de vida a lo largo del siglo XX, especialmente los llevados a cabo en el campo de la fotografía. Así, los artistas nacidos a partir de 1900 se beneficiaron de toda una serie de innovadores materiales que les permitieron desarrollar nuevos lenguajes gráficos. Planchas de fotopolímero, emulsiones serigráficas, tintas menos tóxicas, soportes de linóleo, y un sinfín de nuevos instrumentos y herramientas más entraron en los talleres de los artistas sigloventistas.

 

Fue, sobre todo, dentro del movimiento de vanguardia cubista donde el grabado tuvo mayor acogida, conservándose importantes ediciones de obra gráfica realizadas en la década de 1920 por Georges Braque (1882-1963), Juan Gris (1887-1927) y Jacques Villon (1875-1963). Pero fue Pablo Picasso (1871-1883) quien desarrolló las técnicas de grabado de forma más libre y prolongada en el tiempo. Picasso hizo, sobre todo, uso de la litografía, el aguafuerte, la punta seca y la linografía para componer su producción gráfica, de la que destacan obras como Los banderilleros, en linóleo, o la Suite 347, en aguafuerte.

Picasso, Los banderilleros. Linograbado.

Los banderilleros (detalle), Pablo Picasso. 1959, Francia.  

Picasso_Suite 347. Grabado al aguafuerte. Cubismo.

Suite 347 (detalle), Pablo Picasso. 1968, Francia.   

A partir de 1950, el auge de la sociedad de consumo moderna y el paulatino crecimiento de las industrias culturales trajeron consigo el desarrollo de nuevas corrientes artísticas que, a través de su trabajo, promovieron la reflexión en torno a dichas cuestiones. El pop art, o arte pop, surgido en Estados Unidos como reacción al expresionismo abstracto, se inspiró en los bienes de consumo cotidianos, como el mundo del cine y la televisión o el cómic, para crear imágenes que recapacitan sobre lo superficial de nuestra sociedad. Así, artistas como Andy Warhol (1928-1987), Roy Lichtenstein (1923-1997) o Robert Rauschenberg (1925-2008), combinaron pintura con fotografía, tramas de puntos y elementos gráfico, empleando la serigrafía como vehículo por excelencia. Su capacidad para estampar en serie tramas de puntos e imágenes fotográficas resultó idónea para este grupo de artistas que, a través de esta técnica de estampación, pusieron sobre la mesa problemáticas como la sobreproducción en masa de objetos, el constante bombardeo de elementos visuales o la hipnosis a la que la publicidad nos somete.

Roy Lichtenstein, Paris Review. Serigrafía.

Paris Review (detalle), Roy Lichtenstein. 1959, Francia.  

Andy Warhol, Marylin Monroe, Díptico. Serigrafía.

Díptico Marylin (detalle), Andy Warhol. 1962, Estados Unidos.   

La vertiente más moderna del mundo del grabado recala en la frontera de los siglos XX y XXI: la estampa digital. Esta nueva modalidad da fe del enorme desarrollo tecnológico que el ámbito de la creación gráfica ha ido incorporando conforme éstos han tenido lugar en el campo de la ciencia. Por definición, la estampa digital es una imagen generada por ordenador y trasladada a un soporte por distintos procedimientos de impresión digital. No obstante, el hecho de que el artista trabaje de forma digital, es decir, sin que intervenga una matriz material en el proceso de impresión, ha supuesto para muchos investigadores una dificultad a la hora de valorar la técnica como sistema de estampación artístico y, por tanto, la validación del soporte como obra gráfica. Sin embargo, esta imprecisión o indeterminación que existe dentro del ámbito teórico no sólo pone de relieve el hecho de que la evolución técnica está rompiendo las fronteras clásicas que separan los consensos colectivos, sino que, además, da muestra de la constante actualidad del grabado artístico, que siempre se ha mantenido atento a los nuevos avances que cada momento histórico le ha ofrecido, incorporándolos, adaptándolos y, en definitiva, haciéndolos suyos para continuar acompañando al ser humano en su camino hacia adelante.

Ora Labora Studio, Aglaya

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